Sucesos
ASESINATO DE RUTH Y JOSÉ BRETÓN

José Bretón confiesa por qué mató a sus hijos: «Me obsesionaba que se criaran con la familia de mi mujer»

"Me imaginaba a mis hijos con mi suegra o mi cuñada y me ponía enfermo, no podía aceptarlo"

  • Paula Benito
  • Portadista y redactora de información de última hora. Escribo sobre política, internacional y sociedad. Antes, en La Sexta. Contacto: paula.benito@okdiario.

José Bretón ha confesado que mató a sus hijos, Ruth y José, el 8 de octubre de 2011 en Córdoba. Lo ha hecho 14 años después del atroz crimen y tras negarlo en repetidas ocasiones, incluso en el juicio, donde se declaró inocente pese a todas las pruebas que lo señalaban.

En el libro El Odio, de Luisgé Martín, ha desvelado que lo hizo porque le «obsesionaba la idea de que (los niños) se educaran al lado de la familia» de su mujer, a la que califica de «familia tóxica». «Me deprimía la idea de que mi hija Ruth y mi hijo José crecieran entre ellos sin estar yo delante. Ahí fue cuando empecé a volverme loco», señaló.

«En aquellos días yo empecé a sentir mucha angustia. No por la separación de Ruth, que me parecía lógica y aceptable, sino por mis hijos. Una separación siempre tiene consecuencias con los hijos. Incluso si todo va bien, dejas de verlos mucho tiempo. Y yo no quería dejar de ver a mis hijos. La distancia es el olvido», dijo, asegurando que escribió una carta a su ex mujer pidiéndole que vivieran «juntos, aunque cada uno hiciese su vida».

Así se justifica en el libro, según los párrafos que ya ha publicado el autor en El Confidencial. Según se desprende de los fragmentos adelantados por este diario, José Bretón le pidió a su mujer, cuando ésta le dijo que quería divorciarse, que vivieran juntos aunque ella tuviera otra pareja: «En la carta le ofrecí muchas cosas para que ella pudiera elegir y no me dijera que no. Le ofrecí convertirme en otra persona y amarla. Pero le ofrecí también que ella amara a Alfonso y me dejara simplemente estar a su lado, o al lado de mi hija Ruth y mi hijo José. A mí me habría valido cualquier solución. Lo que quería era estar al lado de mis hijos. Necesitaba estar al lado de mis hijos».

Sin embargo, como es natural, sus intentos de justificación no convencieron al autor del libro, que en una de las entrevistas le espetó: «Mataste a tus hijos para hacer daño a Ruth, para vengarte de ella». Bretón, enfadado, lo negó: «¿de qué iba a vengarme? Yo estaba de acuerdo con la separación. Me parecía bien. Incluso empecé a buscar a otra mujer. A mí no me parecía mal el divorcio, pero me atormentaba esa incertidumbre, el hecho de no saber qué iba a pasar con mis hijos».

A continuación manifestó que les mató «por impaciencia» porque «necesitaba que esa situación se acabara, que desaparecieran las dudas y la incertidumbre». «Es como si se me hubiera metido un monstruo dentro de la cabeza que no me dejara dormir ni pensar en otra cosa. No podía encontrar soluciones. Y cada día era peor que el anterior», llegó a decir. Así hasta que, dice, tuvo una alucinación que le dio «alivio»: la de sus hijos muertos.

«Cuando Ruth me abandonó entré en cólera. Al principio no tuve pensamientos extraños, pero después se fue abriendo paso la idea del asesinato. No recuerdo más». Se planteó secuestrar a sus hijos y llevárselos a otro país, pero pronto desechó la idea y decidió acabar con la vida de los dos pequeños.

Según su versión, primero les durmió con orfidal que le recetó un psiquiatra cuando él comenzó a ir a terapia. «Se me ocurrió que podía usarlo con los niños», dijo, asegurando que fue todo improvisado: «No busqué información en ninguna parte, no hice ninguna investigación. Había dos condiciones que tenían que cumplirse: que murieran sin sufrimiento y que los cuerpos desaparecieran luego para que no los encontraran. Sin cadáveres no hay crimen, eso está en cualquier novela policiaca. Tenía los medicamentos y tenía la leña en la finca, sólo tuve que comprar el gasóleo».

Un día que se encontraba con los niños decidió que era el momento: «Disolví las pastillas machacadas en agua con azúcar y se la di para que bebieran. Antes de poner los cuerpos en el fuego comprobé que no respiraban, estaban ya muertos. No se enteraron de lo que iba a pasar. Confiaron en mí. No hubo miedo ni dolor ni ningún tipo de sufrimiento».

José Bretón fue condenado en 2013 a 40 años de cárcel por el asesinato de sus dos hijos.