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¿Qué santos se celebran hoy, martes 23 de abril de 2024?

El 23 de abril se conmemora la celebración de San Jorge

¿Qué es Sant Jordi y por qué se celebra el mismo día que el Día del Libro?

¿Qué santos se celebran hoy, martes 23 de abril de 2024?. En este 23 de abril nos encontramos en una fecha señalada en el calendario litúrgico por la celebración de dos figuras emblemáticas de la santidad cristiana: San Jorge y San Adalberto de Praga. San Jorge, en particular, ocupa un lugar de honor no solo en la tradición religiosa, sino también en el corazón cultural de numerosas comunidades alrededor del mundo. Este santo, famoso por su leyenda de valentía al enfrentarse a un dragón y salvar a una princesa, simboliza la lucha del bien contra el mal, la protección y la valentía. Su veneración trasciende las barreras geográficas, siendo especialmente significativa en Cataluña, donde es conocido como Sant Jordi y donde se celebra de forma especial con una festividad que combina la fe, la cultura y el amor por los libros de una manera única, convirtiendo al santo en un símbolo de la identidad catalana.

La coincidencia de la festividad de Sant Jordi con el Día del Libro añade una dimensión aún más rica a la celebración. Cataluña se transforma en un gran escenario donde las calles se llenan de rosas y libros, elementos centrales de esta tradición. Según cuenta la leyenda, tras la victoria de San Jorge sobre el dragón, de la sangre derramada brotó un rosal de flores rojas que el santo regaló a la princesa salvada. Inspirados por esta narrativa, el 23 de abril, es tradición que los hombres regalen rosas a las mujeres, y en reciprocidad, las mujeres obsequien libros a los hombres, simbolizando un intercambio de amor y cultura. Esta práctica ha evolucionado hasta convertirse en un gesto de aprecio que trasciende géneros, haciendo de este día una verdadera celebración del patrimonio cultural y de la literatura universal. Mientras tanto, San Adalberto de Praga, aunque menos conocido, también recibe homenaje este día, recordándonos la riqueza y diversidad de las tradiciones espirituales que enriquecen nuestro mundo.

San Jorge

San Jorge, conocido en diferentes idiomas como Georgios, Giwargis, y Georgius y patrón de Cataluña (Sant Jordi), fue un soldado romano venerado como mártir debido a su fe cristiana. Su ejecución en Nicomedia el 23 de abril de 303 por desobedecer un edicto imperial que perseguía a los cristianos ha cimentado su legado. Se le confunde a veces con Jorge de Capadocia, otro personaje de origen similar, aunque su vida y obra son distintas.

La figura de San Jorge alcanzó gran popularidad durante la Edad Media, extendiéndose su veneración entre diversas ramas del cristianismo, y encontrando lugar incluso en religiones afroamericanas y el islam, especialmente en Palestina. Este sincretismo religioso y cultural resalta la universalidad de su figura a lo largo de distintas culturas.

Su leyenda más famosa lo describe luchando contra un dragón para salvar a una princesa, un relato que se originó alrededor del siglo IV y ha variado a través de las culturas. La historia, cargada de simbolismo religioso, refleja temas de sacrificio, valentía y la victoria de la fe sobre el mal.

La veneración de San Jorge como mártir comenzó tempranamente, con relatos de peregrinos y la construcción de iglesias en su honor desde el siglo IV. A pesar de las dudas sobre la historicidad de algunos aspectos de su vida, fue canonizado en el 494 por el papa Gelasio I, quien lo incluyó entre los santos cuyas virtudes son reconocidas pero cuyas historias exactas son conocidas solo por Dios.

La leyenda de San Jorge y el dragón ha influido en la cultura occidental, inspirando numerosas interpretaciones y adaptaciones. Aunque hoy en día muchos ven la historia como un mito con significado simbólico más que histórico, continúa siendo un relato poderoso de triunfo sobre el mal. La imagen de San Jorge luchando contra el dragón simboliza la lucha del bien contra el mal, un tema universal en muchas tradiciones religiosas y culturales.

San Adalberto de Praga

San Adalberto de Praga, desde su niñez, enfrentó una enfermedad grave que le hizo contemplar la seriedad de la vida y cuestionar su propia salvación. La belleza, la nobleza de su familia, y su educación bajo el obispo de Magdeburgo, quien le dio su nombre cambiándolo de Woytiez, parecían insignificantes ante la inminencia de la muerte. La transformación de Adalberto se profundizó tras presenciar la muerte del arzobispo de Praga, Diethmaro, quien lamentó haber malgastado su vida en placeres mundanos, dejándolo en un estado de desesperación.

Este evento marcó a Adalberto, quien adoptó un estilo de vida austero, dedicándose a la oración y al cuidado de los enfermos, hasta su nombramiento como obispo de Praga. Este cargo le provocaba una gran angustia, temiendo el juicio divino y dudando de su salvación, a tal grado que se dice nunca se le vio sonreír. A pesar de su posición y riqueza, se mantenía alejado de los placeres terrenales, considerándolos vanos ante la eternidad.

Su rigurosa fe y severidad le ganaron la enemistad del pueblo, lo que lo llevó a renunciar a su cargo varias veces, aunque siempre regresaba por insistencia papal. En un período, vivió incógnito como monje benedictino, sirviendo humildemente y sin revelar su identidad. Finalmente, dirigió sus esfuerzos a evangelizar en Prusia, donde adoptó las costumbres locales para ganarse a la gente para Cristo, pero su misión terminó trágicamente cuando fue asesinado por un sacerdote pagano.

La vida de San Adalberto estuvo marcada por una profunda convicción religiosa y un constante cuestionamiento sobre la salvación, hasta que su muerte como mártir le brindó, según se narra, la paz y la alegría eternas que tanto había buscado, cumpliendo así la promesa de transformar su tristeza en gozo.