¿Qué santos se celebran hoy, lunes 22 de abril de 2024?
San Cayo y San Sotero son los dos santos que la iglesia católica celebra en este 22 de abril
¿Qué santos se celebran hoy, lunes 22 de abril de 2024? En este día previo al 23 de abril que será cuando se celebre a San Jorge (día destacado por ser además el Día del Libro), se conmemora únicamente a dos santos por lo que los conocemos ahora con detalles. Por un lado tenemos a San Cayo quien fue un papa de la iglesia católica desde el 283 hasta el año de su muerte en el 296. Y por otro lado se conmemora a San Sotero quien fue también Papa de Roma entre los años 166 a 175.
Conozcamos entonces la historia de San Cayo y San Sotero que son ejemplo de fe y entrega y que la iglesia católica celebra en este lunes 22 de abril.
San Cayo
San Cayo es una figura histórica sobre la cual poseemos información limitada, particularmente en lo que respecta a sus orígenes. Se sabe que nació en la antigua ciudad de Salona, ubicada en la región de Dalmacia, aunque la fecha exacta de su nacimiento sigue siendo un misterio para los historiadores. Proveniente de una familia con conexiones importantes, era sobrino de Diocleciano, un emperador romano de gran influencia. Este vínculo familiar no solo le brindó una posición privilegiada dentro de la sociedad romana sino que también le permitió trasladarse a la capital del imperio, Roma. Allí, se dice que vivió bajo la sombra protectora del poder imperial, en una residencia cercana a la de su hermano, San Gabino, y la sobrina de ambos, la venerada virgen romana Santa Susana.
Durante su pontificado, que tuvo lugar en un tiempo relativamente pacífico para los cristianos, libre de las habituales persecuciones, San Cayo se enfocó en fortalecer y estructurar las bases de la Iglesia Cristiana. Su liderazgo estuvo marcado por un notable esfuerzo en clarificar y definir las jerarquías y funciones dentro de la iglesia. Fue un ferviente promotor del avance educativo y teológico, apoyando vigorosamente el desarrollo de los centros de aprendizaje cristiano en Alejandría y Antioquia, dos de las ciudades más influyentes en términos de pensamiento religioso de la época.
Entre sus contribuciones más significativas está la implementación de un riguroso proceso para la ordenación episcopal. San Cayo estipuló que cualquier individuo aspirante a convertirse en obispo debía haber servido previamente en una serie de roles eclesiásticos menores, específicamente como ostiario, lector, acólito, exorcista, subdiácono, diácono y, finalmente, sacerdote. Esta estructura pretendía asegurar que los líderes de la iglesia estuvieran adecuadamente preparados y fueran genuinamente comprometidos con su fe y su comunidad.
Aunque su vida no terminó en martirio, algo no inusual para un cristiano de su estatus y época, particularmente dada su relación con el emperador, San Cayo enfrentó adversidades significativas, incluyendo la hostilidad de algunos oficiales romanos, posiblemente debido a su prominente posición dentro de la iglesia y su cercanía al poder imperial. Su muerte ocurrió el 22 de abril del año 296, justo antes del inicio de una de las más feroces persecuciones contra los cristianos en la historia del Imperio Romano, marcando el fin de un período de relativa paz y el comienzo de una era de grandes tribulaciones para los seguidores de la fe cristiana.
San Sotero
La figura de San Sotero, aunque envuelta en el velo de la historia antigua, resuena a través de los pocos pero reveladores documentos que poseemos sobre él, como el Liber Pontificalis y la Historia Eclesiástica escrita por Eusebio. Su pontificado, situado entre los años 166 y 175 d.C., se desarrolló en un contexto de relativa calma bajo el imperio de Marco Aurelio, a pesar de los esporádicos brotes de persecución que marcaron la época y que llevaron al martirio de figuras como el apologeta San Justino y los mártires de Lyon y Vienne, entre otros. Estas persecuciones posiblemente reclamaron la vida de Sotero mismo, oriundo de Fondi, en la región de Campania, hijo de Concordio.
Una de las medidas notables de su pontificado, mencionada en el Liber Pontificalis, fue la prohibición impuesta a las mujeres de interactuar con los sagrados corporales y de quemar incienso durante las liturgias, una normativa que a primera vista puede parecer anecdótica o incluso desfasada. Sin embargo, este acto nos indica que San Sotero tuvo que navegar cuestiones de gobernanza eclesiástica de gran importancia en su tiempo como Pontífice Máximo.
La emergencia del montanismo en Frigia, una herejía fundada por Montano, que proclamaba visiones apocalípticas y promovía un rigorismo extremo, rechazando el matrimonio y exigiendo una penitencia severa, presentó un desafío significativo durante su papado. Esta doctrina, que negaba el perdón eclesiástico para pecados graves, ganó tracción especialmente entre mujeres, con Maxila y Priscila como prominentes seguidoras, quienes fueron otorgadas un papel central en las prácticas cultuales de la secta. La respuesta de Sotero frente a esta desviación doctrinal no solo subrayó la misericordia divina y la santidad del matrimonio sino que también reafirmó la doctrina tradicional sobre el perdón de los pecados, enfrentándose así al montanismo desde una postura de firmeza doctrinal.
Además, Sotero destacó por su contribución pastoral, ordenando a numerosos diáconos, presbíteros y obispos para servir en varias regiones, evidenciando un compromiso profundo con la expansión y cuidado de la comunidad cristiana.
Otro rasgo distintivo de su pontificado fue su dedicación a la caridad. Según una carta de Dionisio, obispo de Corinto, a la iglesia de Roma, Sotero no solo mantuvo la tradición de compartir bienes con aquellos en necesidad sino que la enriqueció, demostrando una generosidad y compasión excepcionales hacia los pobres y afligidos, a quienes trataba con la ternura de un padre hacia sus hijos.
Aunque los detalles de su martirio son oscuros y no verificables con los datos históricos actuales, los registros más antiguos de martirologios lo incluyen entre los mártires, celebrándose su memoria cada 22 de abril. A pesar de la escasez de información, la devoción a San Sotero persiste, venerándolo como un guía espiritual que, en tiempos de incertidumbre y prueba, mantuvo el rumbo de la Iglesia con sabiduría y compasión.
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