Jorge Fernández, de ‘La ruleta de la suerte’, revela cómo fue su infancia viviendo en la «cuna de ETA»
Jorge Fernández ha dado explicaciones sobre un tema muy complicado
"Yo viví en un pueblo que se llama Mondragón, que está en la Guipúzcoa profunda"
El presentador considera que le vio muy bien salir de su localidad y tomar "oxígeno"
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Jorge Fernández es el presentador de La ruleta de la suerte, uno de los programas más exitosos de Antena 3. Lleva mucho tiempo trabajando en la cadena, pero sus inicios profesionales no tienen nada que ver con la pequeña pantalla. Saltó a la fama gracias a su talento como modelo, aunque también ha sido jugador de baloncesto, de hecho, estudió INEF. Es más, en esta noticia vamos a hablar justo de eso porque hace unos días dio una entrevista en la que confiesa que salir de su pueblo fue un paso importante para él, pues pudo alejarse de «la cuna de ETA» y tomar oxígeno.
Como decimos, la infancia de Jorge Fernández estuvo marcada por una paradoja difícil de asumir: crecer feliz y rodeado de su familia en un lugar como Mondragón, que durante los años 80 era conocido como «la cuna de ETA». El presentador recuerda esos primeros años con cariño, ya que junto a su hermana vivió momentos de gran unión y estabilidad familiar, pero también reconoce que todo estaba envuelto en un clima de tensión política constante. Aunque, como niño lograba abstraerse de gran parte de esa realidad, hoy admite que muchas de las cosas que veía a diario las había normalizado, sin ser consciente de la crudeza de vivir en un municipio tan politizado y tan marcado por la sombra del terrorismo.
De todo esto ha hablado en Tengo un plan, donde reconoce: «Era todo, éramos 24.000 habitantes, pero había mucha política, muy marcada y muy radical. Eso cuando lo normalizas no pasa nada, pero cuando sales y te empiezas a dar cuenta, empiezas a pensar y ves otras cosas, dices: ostras, aquí tenemos una movida gorda». Para él fue importante matricularse en INEF y salir de allí, pero nunca olvidará todo lo que vivió. Es el mismo discurso que tienen algunos vecinos de la zona.
La decisión de Jorge Fernández
Cuando cumplió 18 años y abandonó su localidad natal para trasladarse a Vitoria a estudiar, experimentó un contraste radical que le hizo comprender la magnitud de lo vivido en Mondragón. De repente se encontró con un ambiente completamente distinto, donde la política no impregnaba cada aspecto de la vida cotidiana y donde no existía ese clima de radicalización constante. Jorge describe esa etapa como un «oxígeno» necesario, un respiro que le permitió darse cuenta de hasta qué punto la política extrema había condicionado su infancia. Reconoce que ese episodio tan politizado le marcó profundamente, moldeando su forma de ver la vida y dándole una conciencia crítica sobre los efectos devastadores que tuvo ETA en la convivencia y en la libertad de los ciudadanos.
Mondragón era, en esos años, un lugar donde convivían la vida diaria y la violencia soterrada, una dualidad difícil de sobrellevar. La presencia de ETA no era únicamente la de una organización terrorista lejana, sino una influencia que impregnaba la sociedad, las calles y las conversaciones, creando un ambiente en el que muchos jóvenes crecieron sin entender del todo lo que significaba vivir en libertad. De esta forma, el protagonista de nuestra noticia admite que lo normalizó porque era su realidad, pero esa normalización en sí misma es reflejo de cómo el terrorismo logró contaminar la vida diaria de los pueblos vascos. Al hablar de su experiencia, recuerda lo difícil que fue darse cuenta de todo esto cuando ya había salido de su pueblo, un testimonio que subraya lo corrosivo que puede llegar a ser el adoctrinamiento silencioso y el miedo impuesto por una organización criminal.
La infancia de Jorge Fernández
Jorge Fernández asegura que Mondragón ha cambiado mucho y que el ambiente es muy distinto al de aquellos años tan oscuros. Defiende que el ambiente que se respira no tiene nada que ver con lo que vivió durante su infancia, pero comprende que haya gente que no pueda olvidar. Fue una tragedia.
Aunque sigue considerando el pueblo como su casa y mantiene allí sus lazos de amistad, asume que durante su juventud le abrumaba sentirse tan cerca de un grupo terrorista que sembró tanto dolor. La disolución de ETA ha supuesto un alivio para la sociedad, que poco a poco ha ido recuperando la normalidad y la convivencia que durante tanto tiempo le fueron negadas. Por ese motivo, el presentador celebra que la situación actual sea completamente diferente y que Mondragón, como tantos otros municipios, haya dejado atrás esa etapa marcada por la violencia.
Podemos decir que su historia sirve para recordar que durante años muchas familias vivieron condicionadas por el terror y que, aunque hoy se haya avanzado, no se debe olvidar lo que ocurrió para que la memoria de las víctimas y las lecciones del pasado sigan presentes en las generaciones futuras. España es un país fuerte que sabe solucionar sus problemas. Afortunadamente podemos contarlo.
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