Las olas de calor serán tan mortales como el cáncer
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El estudio de la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas y de la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR) ya lo advirtió de manera clara y contundente, las olas de calor pueden causar tantas muertes como el cáncer. Una incidencia que se hará más grave en los países desarrollados. Estos datos se añaden al estudio llevado a cabo por el Instituto de Decisiones Ambientales ETH Zurich (Suiza): los picos en los termómetros serán más frecuentes y aumentará el exceso de mortalidad relacionado con el calor. Europa se verá especialmente afectada.
Las olas de calor serán más frecuentes, intensas y mortales en el futuro debido a numerosos factores y podrían «exceder los límites humanos, psicológicos y sociales» en distintas regiones del mundo, se ha incidido desde la ONU.
Las olas de calor en Europa de este año, muestran que las temperaturas en Europa han alcanzado los 47,5°C, siendo uno de los peores desastres naturales de las últimas décadas y que en este momento se han cobrado entre 45.000 y 70.000 víctimas en el espacio de unas pocas semanas. Los bosques se están quemando y las salas de emergencia de muchas ciudades se han colapsado.
La revista Nature Communications ha publicado que estos incrementos de la temperatura como en 2023 se pueden convertir en la nueva norma en los próximos años. El Instituto de Decisiones Ambientales de ETH Zurich en colaboraron con un grupo internacional de epidemiólogos, han recopilado desde 2013 sistemáticamente datos sobre el exceso de mortalidad a diario relacionado con el calor en 748 ciudades y comunidades en 47 países de Europa, el Sudeste Asiático, América Latina, Estados Unidos y Canadá.
Por ello, se piden medidas también a los sistemas sanitarios y se señala que mejorar y evitar mortalidad no sólo de la temperatura, sino también de la fisiología (aclimatación), el comportamiento (largas siestas a mitad del día), la planificación urbana (espacios verdes versus hormigón), la estructura demográfica de la población y los sistemas de salud locales.
Y es que, las olas de calor son episodios de temperaturas extremas muy altas que pueden tener consecuencias sobre la salud de la población: dermatitis, edemas, quemaduras, insolación, calambres, síncope por calor, etc. y en algunos casos consecuencias más graves como el agotamiento por calor o el golpe de calor que puede llegar a ser mortal o dejar importantes secuelas.
Mayores de 65
Los grupos especialmente susceptibles al calor son los mayores de 65 años, en especial las mujeres por encima de 75, pero también las embarazadas -por la asociación entre el incremento de las temperaturas y el número de partos, de nacidos con bajo peso y prematuros-, y personas que trabajan o hacen deporte durante las horas más calurosas en el exterior.
Uno de los campos con mayor interés científico es el de la influencia en la salud mental, y ya se acumula evidencia científica que vincula olas de calor y el aumento de desórdenes emocionales y del comportamiento (incremento de la violencia y abuso de sustancias tóxicas), así como un aumento de la tasa de suicidios durante episodios de temperaturas extremas y sequía.
El efecto de isla de calor urbana -el fenómeno que hace que el calor acumulado durante el día en las ciudades se libere lentamente por la noche- hace que las mínimas sean entre 0,4 y 12º superiores a las zonas rurales.
La ruralidad actúa así como un factor protector: de acuerdo con un estudio reciente del ISCIII, las personas que viven en zonas urbanas son hasta 6 veces más vulnerables al calor.
Y eso puede deberse a que en las ciudades hay “mayores diferencias socioeconómicas, inadecuadas condiciones de la vivienda y la mayor exposición a los contaminantes atmosféricos, además de tener mayor número de personas que viven solas”, que generalmente no pueden afrontar gastos como el del aire acondicionado.
El reto de evitar muertes por calor
Ante la evidencia de que las olas de calor serán más frecuentes, intensas y extensas, el reto está en que no lleven aparejado un incremento de la mortalidad atribuible al calor extremo.
Desde 2004, España, y gran parte de los países europeos, cuenta con planes de prevención en salud pública para minimizar el impacto de las altas temperaturas, que han logrado que las muertes atribuibles al calor en Europa en personas mayores de 65 años no se vean incrementadas en los últimos años.
Pero son necesarios planes de prevención locales adaptados a cada área geográfica en base a sus características sociodemográficas, refugios climáticos públicos, rediseñar las ciudades para disminuir el efecto isla térmica con más albedo, tejados o cubiertas verdes en los edificios, aumentar las zonas verdes y crear áreas azules como lagos, fuentes o estanques.
Y desde el punto de vista de la salud habría que diseñar planes nacionales de adaptación al cambio climático en función de las características sociodemográficas de la población y otros integrados que aborden los efectos sinérgicos de factores como la contaminación atmosférica, intrusiones de polvo, sequías o incendios forestales, entre otros.
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