ZP: «Tonto y luego… malo” (Reverte)
En la última de sus muy celebradas apariciones televisivas cada vez que tiene que promocionar alguno de sus libros, Arturo Pérez Reverte no ha dejado títere con cabeza, como corresponde a un escritor al que le sale el dinero por las orejas y desde esa independencia se conduce, como corresponde a un intelectual al margen de las prosaicas cosas de la existencia.
Me ha divertido mucho, francamente. Especialmente, como en un pispás, ha definido al personaje más nefasto en la España de la pos-Transición, un tal José Luis Rodríguez Zapatero. «Sabíamos que era tonto, pero luego se hizo malo y, al final, tenemos un personaje que es muy tonto y muy malo a la vez… Sánchez vino con la maldad puesta desde un principio», ha venido a decir.
No ha sido un buen verano para el hombre que tiene en su haber la reapertura de las tumbas de la Guerra Civil. Por un lado, las sospechas de sus trapicheos con los chinos de Xi Jinping se convierten en evidencias; por otro, su apoyo a los genocidas venezolanos, por precio se supone, le colocan en un disparadero ante Europa, Estados Unidos y el mundo libre, en un momento en el que su entrañable Maduro y su princesa Delcy, amén del torturador Cabello, andan flojos de tripas ante la decisiva operación de Trump de acabar con esa narcodictadura. ¡Ay, Zapatero! Quien mal anda, mal acaba.
Yo, contrariamente a lo que opina Reverte, siempre creí que ZP era esencialmente tonto como lo creían Sarkozy e incluso su teórico amigo Chirac. Rodeado, eso sí, por otros tontos (Julián Lacalle) y otros avariciosos como Pepiño Blanco. Claro, esparcir odio y división como ha hecho desde que fue alguien en la vida política española desde el poder en el país que mal gobernó (quiebra cuando recibió la caja pública llena) es una cosa que transciende la mera coyuntura.
Este tonto y malo pasará a la historia como el responsable gubernativo que llegó a la jefatura del gobierno de España apoyado en unos trenes que saltaron por los aires e intentó copiar el papel que décadas antes había desempeñado un tal Francisco Largo Caballero, uno de los grandes responsable de la mayor tragedia española interior durante siglos.
Y luego, según parece, se ha hecho ricos siempre al lado y en defensa de genocidas, dictadores y gentes esencialmente bobos. El resto de la historia todavía no ha sido escrita.
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