Opinión

Yo no perdono a Tsunami

Ustedes hagan lo que quieran, pero yo no perdono a Tsunami. Y que, conste, que para mí no es terrorismo. Yo tengo un concepto clásico del mismo. Quizá porque, en mi época de La Vanguardia, me tocó cubrir varios atentados de ETA. El tiro en la nuca, el coche bomba, las víctimas, las familias destrozadas. Para mí, eso es terrorismo.

Aunque, como me contaba un día un abogado ilustre, con la ley en la mano puede serlo. Al fin y al cabo, según el artículo 573 del Código Penal, intentar «subvertir el orden constitucional», «desestabilizar» funcionamiento de las instituciones» o «alterar» la paz pública lo son.

Recuerdo que una vez, la esposa de un militar asesinado me dijo: «A mí marido lo han matado como a un conejo». El oficial en cuestión era un miembro de la banda de música del cuartel del Bruc, en Barcelona. Ya ven que peligro para las aspiraciones de los etarras.

Por eso, en mi modestísima opinión, no lo es. Vamos a zanjar el debate: ¿ustedes creen que alguien capaz de huir en el maletero del coche -él dice que en el asiento posterior del vehículo oficial- puede organizar una trama terrorista? Pues ya está. No hay más preguntas, señoría.

De lo que sí que estoy seguro es de que nada tampoco es. Ocupar un aeropuerto, bloquear una frontera internacional durante tres días -¡con concierto de Lluís Llach incluido!-, cortar la autopista en Salt (Gerona) o antes en L’Ampolla (Tarragona) y, por supuesto, quemar contenedores a lo largo de una semana en el centro de Barcelona algún tipo de delito es.

Ahora, todo ha quedado en nada. Gracias a un error procesal del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, que amplió la instrucción un día después de lo que podía hacerlo. Pero, en fin, el Estado de Derecho es así. Hay que cumplir las normas. Incluso cuando te equivocas. También, por cierto, los que se pasaban por el forro las notificaciones del Constitucional.

Ya no se quejan, pues, de la pérfida justicia española. Esta vez les ha dado la razón. No deja de ser curioso, en efecto. Los mismos que criticaban la judicialización de la política y la politización de la justicia se agarran ahora a ella como a un clavo ardiendo.

Después de que saliera la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, citando a jueces con nombre y apellidos, tendrá que salir la próxima vez para dar las gracias a García-Castellón. O más exactamente a la Audiencia Nacional, que ha tumbado la investigación del juez instructor.

Recuerdo que cuando apareció el manifiesto de Tsunami en twitter, ahora X, el 2 de septiembre del 2019 todo el mundo andaba retuiteando: Torra, Junqueras, Puigdemont, Marta Rovira. Citaba la “lucha no violenta” y la “desobediencia civil” como “estrategias transformadoras”. Lo de «lucha no violenta» debían decirlo por los centenares de contenedores quemados unas semanas después.

Ni que decir que TV3, Rac1 y Catalunya Ràdio, los medios oficiales del proceso, se hicieron eco de la noticia. A pesar de que era una entidad anónima. Primera norma del periodismo: prohibido entrevistar a entidades anónimas. O se da la cara o nada.
TV3 llegó a dedicar un 30 Minuts, el programa estrella de la cadena, a Tsunami. Con un personaje que salía de espaldas, con capucha y la voz distorsionada.

En fin, también hay aspectos positivos. Aquello del vaso medio vacío o medio lleno. Tsunami Democrático confirma uno de los puntos débiles del proceso: que eran unos cobardes. Capaces de tirar la piedra y esconder la mano. Yo no estoy a favor de hacer revoluciones, pero si eres partidario tienes que ser capaz de asumir riesgos.

Ellos, no. La clase dirigente -política y mediática- calentaba al personal para que fueran al aeropuerto. Pro no hubo ningún dirigente destacado que fuera a El Prat en señal de solidaridad. No, ni mucho menos. Una tónica que se ha repetido en las sucesivas protestas: ellos no se mezclan con el pueblo llano.

Por eso, me da igual ahora de que vuelvan o no. Yo no les perdono. El daño causado a Catalunya -a los catalanes y catalanas en definitiva- es demasiado grande para que ahora regresen como héroes y en olor de multitudes.