Opinión

Vicente Gil: «El bodrio blasfemo, cutre, y woke de París muestra que Europa se hunde»

Han pasado 32 años de Barcelona 92. No queda nada de aquella ciudad en la que yo vivía, convertida hoy en un estercolero maloliente de suciedad, multiculturalismo fracasado, okupación, izquierda mugre e independentismo provinciano pero -eso sí- trincón que nos roba a manos llenas. Sánchez acaba de certificarlo con ERC para poder investir a Salvador Illa.

La distancia que va de aquella Barcelona 92 o de la brillante ceremonia de Londres 2012 hace apenas 12 años al bodrio blasfemo y cutre de París el sábado pasado marca la decadencia, a velocidad exponencial, que sufre Europa, camino irremisiblemente de su desaparición si no hay una reacción social urgente.
Nada queda de aquella Barcelona. Como nada queda de París o de la Francia que alumbró a Europa con la Ilustración. Y el sábado por la noche se vió en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, marcada por un grupo de degenerados burlándose de la Última Cena de Jesús en esa Francia invadida de musulmanes, golpeada por el islamismo y rendida a los fanáticos.
Este grupo de degenerados no se atreverían a mofarse de Mahoma. Saben que, si lo hicieran, les cortarían el cuello tarde o temprano en cualquier esquina de París. Los buscarían hasta hacerlo. Recuerden la que liaron en Charlie Hebdo y Bataclán por una mera caricatura.
Es la Francia del fracaso multicultural de subsaharianos, marroquíes y argelinos inadaptados por varias generaciones que ya ha cambiado el paisaje de los barrios y ciudades de Francia y de Europa. Viejos rencores coloniales que se mantienen en el tiempo. La selección olímpica de Argelia aprovechó el paseo por el agua sucia y contaminada del Sena para lanzar flores en recuerdo a los argelinos muertos y lanzados al río en los incidentes de París de 1961 durante el proceso de independencia.
La ceremonia del sábado fue una muestra de esa cultura woke de la izquierda (el nuevo comunismo global) que está destrozando nuestro mundo. Venezuela es una pieza clave de ese proceso como narcoestado que financia cualquier movimiento que desestabilice Occidente o lo debilite desde dentro. Pensar que Maduro se iba a ir era una ingenuidad.
Para destruir nuestras sociedades, la izquierda woke necesita, en primer lugar, destruir al individuo en su identidad y, después, las instituciones, como la familia, donde crece y desde la que se integra en la sociedad.
A los del sábado me encantaría verlos en su admirada Gaza o en Irán haciendo una performance sobre Mahoma. La ceremonia, tan progre, discriminó e insultó, además, como nunca, a la mujer. La llama olímpica fue recibida en París por un trans de tetas artificiales, cuyo paquete (disculpen) se marcaba, claramente, en el pantalón, a la altura de la entrepierna. La llama olímpica la entregó un atleta masculino. No hubo una mujer que la recibiera como en años atrás. La izquierda woke y trans odia a las mujeres. Está claro. Es el antifeminismo.
Pretenden que nos acostumbremos a que lo vivido eso que recibió la llama olímpica en París no es algo que pueda ocurrirle a alguien (la disforia de género) de forma excepcional sino que es lo más normal del mundo. Quieren personas sin identidad, que no sepan lo que son, empezando por lo más básico, el sexo, que sólo hay dos: hombre y mujer.
La ceremonia de París dió asco a cualquier que no sea un degenerado moral. Y, aparte de todo, fue un auténtico coñazo de vulgaridad y aburrimiento. ¿Recuerdan la brillantez de Londres 2012 sin ir más lejos?
Europa se hunde sin remisión. No es de extrañar que en el resto del mundo se rían de nuestra decadencia y nos vean fácilmente vencibles, débiles y vulnerables.
Es la misma Europa papanata del ‘Welcome Refugees’, que permite, y además premia, a quienes asaltan sus fronteras y donde, en unas décadas, la mayoría demográfica será musulmana.
La islamización de Europa es una mera cuestión de tiempo. No necesitan hacer nada. Sólo esperar y seguir teniendo hijos en tropel a costa de nuestro estado del bienestar, mientras Macron (liberal), Von der Leyen o Feijóo (del PP) o Scholtz y Sánchez (socialistas), y toda la izquierda woke que les acompaña en la tarea, siguen chupando del bote de la burocracia europea y forrándose con ese enorme negocio que es la agenda globalista y verde.
Es esta Europa sin líderes, sino personajillos, que nos dicen que mejor tener perros que hijos, que seamos felices con un patinete y que no nos movamos de nuestro barrio para no contaminar el planeta. Y que, a base de robar y arruinar las economías, les dicen a nuestros jóvenes que se acostumbren a tener un trabajo y un sueldo mísero y que compartan piso, en plan comunista, con otros amigos para poder pagarlo si quieren independizarse de sus padres.
Por supuesto, mientras tanto, nos tratan de convencer que lo del sábado por la noche en París es absolutamente normal y que es el progreso. Pues yo, disculpen, pero, a mi edad, me bajo del progreso. Porque, además, es mentira.
Europa se ha empobrecido material y espiritualmente a pasos agigantados en apenas un par de décadas o tres. Cada vez somos menos libres y más pobres. Esta es la verdad que tiene una razón más honda: la crisis de valores profunda que asuela nuestro continente.
En la cripta de la catedral de Santiago de Compostela (el viernes fue la festividad del patrón de España) donde se encuentran los restos del Apóstol, una placa recuerda las palabras pronunciadas allí por Juan Pablo II en su visita del 9 de noviembre de 1982. «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal,desde Santiago (dijo Juan Pablo II) te lanzo vieja Europa un grito lleno de amor. Vuelve a encontrarte. Sé tú misma».