Opinión

Vicente Gil: «Begoña Gómez: el ‘tráfico de influencias en cadena’ pone a Sánchez contra las cuerdas»

El juez Peinado llama a declarar a Pedro Sánchez como testigo e imputa al rector de la Universidad Complutense. Ya está imputado, desde el viernes, Carlos Barrabés, el socio de Begoña Gómez. Barrabés y Goyache pasaron de testigos a imputados. ¿Pasará lo mismo con Sánchez? No es previsible porque el juez tendría que dejar el caso e inhibirse en favor del Tribunal Supremo al estar aforado. Pero el camino judicial del propio Pedro Sánchez -no sólo de su mujer- se va complicando.

El juez acudirá a La Moncloa el día 30 a tomar declaración al presidente del Gobierno. Sánchez es un cobarde. No se atreve a ir a la plaza de Castilla a defender la honradez de su mujer. Quizá porque, en este asunto, la honradez de su mujer es indefendible. Lo que hizo, simplemente, es una golfada, desde el principio hasta el final, inaceptable ética y estéticamente más allá de la responsabilidad penal que pueda o no haber.

El día 30, Sánchez tiene todo el derecho a no declarar contra su mujer. Conociendo al personaje, que sólo se importa a sí mismo, yo, de Begoña Gómez, no estaría muy tranquila.

Sánchez no tendrá la gallardía o el pasotismo (una de las dos cosas fue) que tuvo Mariano Rajoy en julio de 2017 al ser llamado a declarar como testigo en el juicio de Gürtel. Rajoy fue en persona a la sala de la Audiencia Nacional y su declaración pudo verse en directo por televisión, aunque sus asesores le insistieron durante semanas que no regalara al PSOE semejante imagen. Rajoy pudo haber contestado por escrito o por videoconferencia desde Moncloa, pero fue en persona.

Aquel regalo de Rajoy al PSOE sirvió para empezar a montar la moción de censura contra él en cuanto llegó la sentencia de Gürtel, apenas 10 meses después. Bajo la alargada sombra intelectual de ese juez condenado por prevaricación que es Baltasar Garzón, su amigo el juez De Prada colocó aquella frase extemporánea pensada exclusivamente para que tuviera consecuencias políticas y justificar la moción de censura contra Rajoy.

La frase ya no existe porque fue anulada por el Supremo. Pero el hecho es que 10 meses después de que Rajoy fuera a declarar como testigo, el PSOE lo echó de La Moncloa, no sin antes, regalar Rajoy al PNV 500 millones de euros del presupuesto nacional. Así de panolis han sido -casi siempre- los del PP con el PSOE y los nacionalistas.

Hoy recordamos lo que dijo Sánchez cuando llamaron a declarar como testigo a Rajoy aquel 26 de julio de 2017. Sus palabras se le vuelven como un boomerang. Lo que Pedro Sánchez dijo entonces no tiene desperdicio y, hoy, parecen hechas para él mismo, para el propio Sánchez.

Por lo pronto, dijo que aquel día era un «día negro para la democracia española porque Rajoy es el primer presidente en ejercicio declarando ante un juzgado». Pues usted, Sanchidad, es el segundo.

«¿Usted se ha preguntado, señor Rajoy, si un presidente interrogado por corrupción en los tribunales es la persona que realmente puede librar a España de la corrupción?», decía Sánchez. «¿No cree que los españoles merecen un presidente del gobierno limpio de toda sospecha?», le inquirió.

Incluso, para Sánchez, que el presidente del Gobierno tuviera que declarar ante un juez como testigo era una «cuestión de estado». «Tenemos grandes diferencias políticas, señor Rajoy, pero este es un asunto de estado que va más allá de todas las discrepancias ideológicas que podamos tener».

Y atentos a lo que afirmaba después Sánchez aquel 26 de julio de 2017: «Sus circunstancias personales, por así calificarlas, no tienen por qué ser las de España». Las vueltas que da la vida en apenas siete años. Hoy, la justicia investiga a la propia mujer de Pedro Sánchez por corrupción en los negocios y tráfico de influencias.

«Sólo le queda una salida honorable (le dijo Sánchez a Rajoy): presente su dimisión oficial ante el Rey esta misma mañana. Sólo tiene un camino: dimitir. No arrastre a España en su caída, señor Rajoy, dimita». Tremendo.

El PP ha recordado hoy a Sánchez sus propias palabras y le ha pedido que dimita. No lo hará. Está bunkerizado en Moncloa para no terminar imputado también.

Porque, del auto del juez Peinado de hoy, llama la atención un aspecto que ha pasado algo desapercibido. El juez recuerda, para interesar la declaración de Pedro Sánchez, que existe una modalidad de tráfico de influencias llamado tráfico de influencias en cadena. Las alarmas han debido de sonar en Moncloa porque los satélites mediáticos y tertulianos del sanchismo vienen diciendo -muy campechanos y tranquilos- que el tráfico de influencias es harto difícil de probar. Y es verdad.

Pero miren. Es cierto que el tráfico de influencias es difícil de probar y que muchos casos suelen acabar en sobreseimiento. El tráfico de influencias es un delito tipificado en España a partir del caso Juan Guerra, el hermano de Alfonso Guerra, durante ese periodo corrupto por excelencia, también con el PSOE, que fue el felipismo. Hasta entonces, existía, básicamente, como siguen existiendo, la prevaricación y el cohecho, más fácilmente demostrables.

Pero el juez Peinado recuerda que existe, efectivamente, el llamado tráfico de influencias en cadena. A diferencia del tráfico de influencias habitual, el tráfico de influencias en cadena no necesita que la influencia se dirija directamente al funcionario que ha de dictar una resolución, sino que castiga influir sobre un funcionario o particular para que éste a su vez influya en el funcionario que finalmente ha de dictar la resolución.

Lo interesante es que todos los miembros de esta cadena pueden ser considerados autores del delito, independientemente de que la presión o influencia tuviera éxito, por ejemplo, para conseguir un contrato público. Es decir, Sánchez podría ser autor de un delito de tráfico de influencias en cadena, incluso aunque no se pudiera demostrar que Barrabés se llevó millones en adjudicaciones del Gobierno por su relación con Begoña Gómez.

El tráfico de influencias en cadena significa que la acción delictiva consiste en influir o intentar influir. No es necesario que dicha influencia tenga éxito. Basta con que la influencia sea idónea para conseguir la resolución y el beneficio económico.

Es decir, lo que el juez Peinado está investigando es un delito de mera actividad en los momentos previos a una adjudicación o una concesión (los contratos de Barrabés en este caso), elevando la mera tentativa a la categoría de delito consumado, incluso aunque el funcionario hubiera rechazado la presión. El tipo penal que el juez Peinado está investigando podría afectar al propio Sánchez (y no sólo a su mujer) porque la jurisprudencia y la literatura jurídica que hay sobre el tráfico de influencias en cadena determina que para que la influencia revista la idoneidad necesaria se requiere que el sujeto se prevalga o aproveche de unas determinadas circunstancias entre las que está una relación personal. Y entre las relaciones personales que señala la jurisprudencia se incluyen (literalmente) las de «parentesco, afectividad, amistad o, incluso, compañerismo político».

Sánchez, por tanto, podría haber cometido un delito de tráfico de influencias en cadena y, de no estar aforado, podría llegar a ser imputado. Ya no es, por tanto, Begoña Gómez la que tiene un problema con el juez Peinado. Es Sánchez el que empieza a tener ya un problema con esta investigación del juez Peinado.

Todo ello sin olvidar que el rector de la Complutense ya está imputado y que Barrabés confesó que se había reunido con Begoña Gómez y con el propio Sánchez en La Moncloa fuera de su agenda oficial. Y todo ello sin olvidar que dos vicerrectores han contado al juez Peinado que conservan los mensajes y whatsapps en los que el rector de la Complutense les ordenaba -literalmente- crear una cátedra para -textualmente- «la mujer del presidente del Gobierno», aunque no cumplía los requisitos.

Todo apesta en este asunto. Begoña Gómez está contra las cuerdas. Pero Sánchez empieza a estarlo también.

En las últimas horas hemos conocido, además, el acta de la reunión que tuvo Begoña Gómez en la Universidad Complutense con el vicerrector José María Coello y la directora de la Escuela de Gobierno de la Complutense, Carmen Mitxelena, el 2 de julio pasado, tres días antes de declarar por primera vez ante el juez Peinado. Es llamativa la arrogancia de la mujer de Sánchez en aquella reunión de la comisión de seguimiento de su cátedra, sabiendo, además, que le habían regalado la cátedra por su cara bonita, como el software que le hicieron gratis tres empresas y ella se lo quedó.

El 2 de julio, Begoña Gómez, que llevaba semanas sin colaborar con la investigación interna de la universidad, pretendió que le aprobaran, por el morro, en ese momento y sin leerlas, la memoria y las cuentas de su cátedra. La universidad llevaba semanas pidiéndole la documentación y ella negándose a entregarla. A tres días de declarar ante el juez, a Begoña Gómez le dió un ataque de prisa, llevó la memoria y pretendió que se la aprobaran sin leerla. Lógicamente, el vicerrector Coello se negó.

Atentos a la soberbia de Begoña Gómez porque, cuenta el acta, que elevando el tono de voz y hablando en tercera persona de sí misma, la esposa de Sánchez dijo: «Doña Begoña Gómez pone de manifiesto que la expresión formulada por el presidente [el vicerrector Coello] implica sostener que la Cátedra Extraordinaria está incumpliendo sus obligaciones». A Begoña Gómez le faltó hablar en plural mayestático como los Papas. «Nos, Begoña Gómez». ¿Quién se cree esta mujer que es? La parejita es tal para cual.

Pero ahí no quedó la cosa en la reunión del 2 de julio en la Complutense. Begoña Gómez, también, pretendió que le renovaran automáticamente en ese mismo momento los dos másteres y la universidad, de nuevo, se negó, por supuesto. La reunión del 2 de julio dió para mucho más que comprobar la arrogancia de Begoña Gómez.

A esa reunión asistió sólo una de las dos entidades privadas que financian el máster de la mujer de Sánchez. La otra se ha retirado. El caso es que, ante las dudas de financiación planteadas por la universidad, Begoña Gómez dijo, con total seguridad, que el hueco de la entidad que se había retirado lo iba a cubrir Conpymes. Y ustedes dirán: ¿Qué es Conpymes? Pues es una pequeña patronal de pymes y autónomos -sin representación alguna- montada por el gobierno de Sánchez para intentar eliminar a la CEOE del diálogo social. Es decir, una patronal fake montada con grupo de empresas afines al PSOE y al Gobierno que, por pasta y nada más que por pasta, van a firmar con los sindicatos y con Yolanda Díaz lo que el gobierno les diga para hacer un paripé de diálogo social. Bueno pues, estas son las empresas, las de Conpymes, que dice Begoña Gómez que van a financiar su máster el año que viene.

¿Se dan cuenta del nivel de podredumbre al que han llegado Sánchez y su mujer? El sanchismo lo ha podrido todo, mucho más allá de lo que vemos a diario, hasta los pequeños detalles que no vemos y no salen en la televisión. A Sánchez lo veremos declarar porque el juez Peinado ya ha determinado que el día anterior vayan a La Moncloa técnicos del juzgado a disponer las cámaras para grabar su declaración.

Una última cosa sobre este tema. Si Sánchez va a tener que declarar ante un juez es gracias a Vox y a las acusaciones particulares que lo pidieron.