Opinión

Verano, Greta y el ‘Open Arms’

En verano, una vieja costumbre anima a los periódicos a publicar relatos, cuentos breves y reportajes biográficos. En efecto, perdura la idea del veraneante sobrado de tiempo y apetecido de alimento para el alma. Sería una dieta específica, el paréntesis ocasional en la sobrealimentada vida política. Sin embargo, una tropa de disertadores y activistas está empeñada en que no se debilite el nervio ideológico. Así, tenemos este agosto dos embarcaciones que llaman la atención del mundo. Son portadoras de mensajes, es su crucial empresa.

La primera es un velero, navega hacia América cruzando el Atlántico y, a bordo, se encuentra la niña Greta Thunberg. La conocemos por sus discursos lacrimógenos y un supuesto activismo en favor de no se sabe qué medidas contra el cambio climático. Sufre por los animales y la naturaleza de un modo, digamos, paródico. Su tierna edad y que no haya estudiado nada no han supuesto freno alguno al estrellato mundial como “voz autorizada” en cuestiones de clima. El comentario pertinente se refiere a la utilización política y comercial de la criatura. El comentario jocoso es cuándo comenzaremos a verle las costuras a este asunto. Y el interrogante apunta a la pérdida de soberanía (o de compostura, si prefieren) de algunas altas instituciones, que han dado pábulo a una farsa de tal magnitud. Todo lo veremos, Greta navega para salvarnos.

El segundo barco tiene pintado sobre su casco ‘Open Arms’ y, según proclama la organización, se dedica al rescate de personas en el mar. Merece esto unas consideraciones generales. El buque no está construido ni habilitado con ese fin. Tampoco tiene, obviamente, el permiso requerido de las autoridades para desarrollar tales operaciones. Esa labor la acometen, con garantías y transparencia, los barcos, medios aéreos y personal de Salvamento y Seguridad Marítima. Recordemos que se cuentan en casi 50.000 los inmigrantes rescatados por esta institución en 2018, principalmente en el Mar de Alborán y aguas del Estrecho.

El buque de Open Arms opera estos días, de manera ilegal y con pabellón español, frente a las costas de Libia. Parece que recibe a bordo a los “rescatados” directamente desde barcazas libias. Desconocemos los detalles del trato entre las mafias de tráfico de personas y el buque español, una vez se halla este cerca de las aguas del país africano. En todo caso, no se ajusta a la verdad afirmar que socorre o rescata a nadie en alta mar. Una vez la carga humana se encuentra en el buque español, este tiene como destino innegociable Italia o nuestro país. En su último periplo, se negó a atracar en Malta, sin que sepamos todavía las razones.

Intentando enfocar un poco este turbio affaire, no debemos desdeñar sus motivaciones políticas. Italia y Grecia soportaron durante años, con poca ayuda europea, por cierto, la presión migratoria derivada de la guerra de Siria y del colapso del Estado libio. También la marina italiana, como la de España, cumpliendo la legalidad y el deber de socorro, ha rescatado y sigue rescatando a miles de inmigrantes en el mar. Pero conviene más a cierta prensa (y no digamos a algunos políticos) omitirlo, señalar al ministro Salvini, “ese fascista”, y hacerlo responsable de las aventuras del ‘Open Arms’.

Así transcurre el verano, entre perezas literarias, baños de sol y tribulaciones marítimas. Tenemos a Greta surcando el océano, cumpliendo un alto deber en su cándida imaginación. Cuando llegue a América, será recibida por el establishment demócrata como una heroína del clima. Lo de la ONG española tiene otra temperatura, es una historia política con tráfico de personas. Demagógica, repugnante.