Con Trump el único mundo que corre peligro es el mundo de la izquierda
Donald Trump ya es de nuevo presidente de los Estados Unidos, un mandato que se produce en un momento crítico, de profundas transformaciones, marcado por dinámicas ideológicas contrapuestas, paradigmas antitéticos. Venimos de una etapa caracterizada por un contexto en el que el pensamiento woke -ideología de género, ecolojetismo, intervencionismo económico y cultural- parece haberse estrellado en la nación más poderosa del mundo. Ese pensamiento que se ha autodefinido como progresista ha consistido, básicamente, en la imposición por parte de la izquierda de su particular código de valores, vendido como si fuera el epítome de la libertad, la igualdad y la justicia social. En el fondo, lo woke ha constreñido la libertad individual, erigiéndose como una suerte de Laica Imposición que ha provocado un movimiento reactivo en sectores muy amplios de las sociedades desarrolladas. Donald Trump encarna la resistencia contra ese pensamiento que ha tratado de moldear a su antojo al mundo. Su triunfo supone un cambio de paradigma, un viento nuevo que habrá de analizar a medida que sus promesas -algunas, ciertamente, inquietantes- se vean o no hechas realidad.
Lo que resulta hipócrita es la reacción de una izquierda que no ha digerido su derrota y que rezuma cinismo al vender a Donald Trump como una amenaza para el mundo. Para su mundo, tal vez, pero el mundo de esa izquierda progresista que no se ha cansado de imponernos sus patrones morales no es otra cosa que un negocio. Y que Trump represente para ella un peligro no es una mala noticia. Estados Unidos ha optado por un presidente de fuerte perfil harto de la vaporosa candidez de su antecesor en el cargo. No es tiempo para la lírica en política. A Trump podrá criticársele su tono, su talante y su vehemencia a veces atrabiliaria, pero su figura encarna la reacción contra ese pensamiento pilotado por una izquierda que ha pretendido dirigir las conciencias a base de imponernos sus códigos y patrones de conducta hasta niveles absolutamente insoportables. Desde ese punto de vista, el mandato de Trump no deja de ser, para muchos, un soplo de libertad.
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