Opinión

Trilogía de la sátrapa de Cabra

Las andanzas de Doña Relatora dejan otro episodio de bochorno en el ocaso de la legislatura. Precisamente, por ello, porque la fechoría pretende ejecutarse con las Cortes Generales ya disueltas y a costa del bolsillo de todos los españoles merece la mayor denuncia. Carmen Calvo quiere llevar como real decreto-ley a la Diputación Permanente del Congreso para su convalidación —una vez cerrado Pleno por el adelanto electoral— una iniciativa femi-ultra del sanchismo que ella misma presentó cuando estaba en la oposición y que el PSOE todavía no ha podido sacar adelante en su tramitación parlamentaria.

La Ley para «garantizar la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo y la ocupación», también conocida como ‘Ley Calvo’, plantea fijar cuotas de mujeres en los Consejos de Administración de compañías privadas o freír a multas a aquellas empresas que incumplan unas supuestas pautas de conciliación. Hasta la llegada de Sánchez a La Moncloa, sobre esta iniciativa pesaba un veto del Gobierno por suponer un gasto extra de 1.541 millones de euros para las arcas públicas.

Así, Progrewoman busca ahora colar por la puerta de atrás un texto de pura ideología de género cuyo grupo ha sido incapaz de aprobar en las Cortes pese a tramitarlo por la vía de urgencia. No hay precedente de que un real decreto-ley (alta necesidad) de semejante carga doctrinal haya sido elevado a la Diputación Permanente, donde sólo se han visto en periodo preelectoral normas de mero carácter administrativo. Con esta maniobra, la vicevogue busca matar dos pájaros de un tiro: convalidar la normita de marras y hacer demagogia contra PP, Ciudadanos y VOX en plena campaña electoral del 28 de abril. Lo primero sólo será posible si tiene el visto bueno de los separatistas catalanes y de Podemos, que en estos casos son vanguardia estrafalaria como demostró rompiendo la unanimidad vía abstención en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Ésta será la tercera embestida de la ‘sátrapa de Cabra, después de los dos capítulos previos que ya dan para una trilogía de la vergüenza de quien se presenta como doctora en Derecho Constitucional. La primera fue cuando negó su legitimidad a la Mesa del Congreso, que con su mayoría de PP y Ciudadanos impidió que socialistas y sus aliados secuestraran al Senado  y evitaría su veto a una reforma de la Ley de Estabilidad —vía enmienda en otra ley de violencia machista— para elevar el gasto. Y la segunda, fue cuando afirmó que “las mujeres tienen que ser creídas sí o sí, como en cualquier otro tipo de delito”, rescatando de esta forma la probatio diabolica del Medievo por la que se obliga al acusado a demostrar algo que le supone imposible y que debería probar la parte acusadora.

Una pulcritud, la de Calvo, que, sin embargo, se pierde luego por el sumidero con arrebatos machistas al estilo de Mercedes Milá, quien en la presentación del libelo de Sánchez, se refirió a la cantante Malú como la mujer a la que se “liga” Albert Rivera, o de la ministra Delgado y su “derecha trifálica”. Se llama hembrismo autoritario.