Opinión

«Tráfico de influencias en cadena…»

El líder de aquella «mayoría social progresista» (sic), el vendedor de tanto humo rogelio le ha escrito una carta al juez Juan Carlos Peinado en el que, acogiéndose a su fuero particular de presidente del Gobierno, le pide declarar por escrito, gracia que, por ejemplo, no le fue concedida a Mariano Rajoy cuando el juez José Ricardo de Prada le obligó a presentarse ante el tribunal de la Gürtel.

Pese a los que se rasgan las vestiduras ante la decisión de Peinado de tomar declaración a Sánchez, los mismos que aplaudían a rabiar que Rajoy se sentara en el banquillo, el columnista considera que se trata de una cuestión apropiada y pertinente. ¿Alguien en su sano juicio puede entender que la rutilante carrera académica y profesional de Begoña Gómez se comprenda sin ser la mujer del jefe de Gobierno? ¿Alguien con la cabeza bien amueblada y medianamente informada puede si quiera aproximarse a un caso como éste sin conocer quién es el auténtico responsable de una situación de privilegio?

Porque, además, todas las entrevistas que Begoña y Pedro mantuvieron con sus socios o benefactores tuvieron lugar en la sede oficial de la Presidencia del Gobierno. Los ataques al juez, que hasta ahora ha sido capaz de resistir como un jabato, no demuestran otra cosa que una descriptible desesperación ante un caso que apesta, se pongan como quieran. ¡Apesta!

Sánchez debería haber demostrado en la actual tesitura algo de lo que tanto presume y haber entregado el privilegio que le asiste de declarar por escrito, escoltado por todos los abogados del Estado del mundo, amén de los particulares.

En definitiva… ¡Tráfico de influencias en cadena! Es decir, delito.