Opinión

Todo sigue igual en la pocilga

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Hay que dejarse de historias para calmar bebés encabritados. ¿Qué ha cambiado con el ingreso en prisión del orondo y avaro electricista Cerdán? Para Moncloa, nada. Para una inmensa porción de la sociedad española (militantes y votantes socialistas incluidos) mucho.

Sea como fuere, la tapa de la alcantarilla desbordada de detritus amarillo refleja con descriptible realidad que aquellos que sorpresivamente llegaron  al poder mediante una moción de censura con Sánchez a la cabeza son tan ineptos como corruptos, tan mentirosos como avaros, tan despreciables como trinkones. Están ahogándose en la jaula, chapotean, pero no saben por dónde salir. El peligro para el conjunto de la sociedad española y su democracia es más que evidente ante el conjunto de sanchistas desesperados por sobrevivir y, según parecen, dispuestos a utilizar todo.

Pero que nadie se llame a engaño. El jefe de todos ellos y, por tanto, responsable máximo de la pocilga socialista, sigue firmando en el Boletín Oficial del Estado. Éste es el asunto; que una persona tan inestable como caprichosa, continúa en el puente de mando y no está dispuesta a aceptar una realidad brutal que le ahoga. Sus bocanadas finales pueden resultar brutales (más aún que todas las conspiraciones de antaño) en la búsqueda de mantenerse en el machito. España suspira por mandar al averno al tándem Sánchez/Zapatero, pero ahí los tienes tratando de convencer al prófugo de Waterloo y dispuestos a entregarle la cuchara y el tenedor.

Ahora lo que les preocupa es que el tordo navarro no se ablande en Soto del Real y decida cantar todo el repertorio de Plácido Domingo. Que los trenes de media España estén varados con miles de viajeros al pairo les importa una higa. Que el principal aeropuerto de la nación, con multitud de pasajeros tirados a su albur, ofrezca una tercermundista imagen mientras Óscar Puente, su máximo responsable, se dedica a insultar a todo el que pasa por ahí, refleja con pulcritud que es un gobierno a la deriva y capotando.

No tienen arreglo posible. Han demostrado lo que son: los últimos de la clase, incapaces de dar a la sociedad lo que la sociedad les está pidiendo: honradez, decencia, competencia, trabajo y un mínimo de talento.

Pedro Sánchez sigue ahí. No se irá. Por lo tanto, habrá que echarle hoy o mañana. Democráticamente, of course. Y los que le sostienen son tan culpables como él  mismo. Sánchez, el presuntamente corrupto, sigue en Moncloa. El resto cuentos son.