Opinión

Tipos de interés: la guerra no está perdida

Es realmente conmovedor observar la satisfacción de las plañideras en favor de más gasto, más déficit e incluso más inflación cuando creen haber ganado una batalla por modesta que sea. Y en efecto, en la pasada reunión del Banco Central Europeo hubo una disputa abierta entre los partidarios de seguir con el rigor monetario -los llamados halcones- y los proclives a bajar el pistón para evitar un castigo exagerado a los ciudadanos. La verdad es que en esta ocasión han ganado.

Así como los halcones se hacen con sus víctimas gracias a un vuelo rápido, seco y unas garras potentes y afiladas, las palomas son especialistas en contaminar el ambiente con su despliegue lacrimógeno, aunque en ello esté en juego la urgente estabilización económica que solo es capaz de procurar una inflación mínima.

Estamos todavía muy lejos de alcanzarla tanto en Estados Unidos como en Europa, donde ha vuelto a repuntar en abril en términos generales hasta el entorno del 7%, con el índice subyacente -que mide las tensiones estructurales del sistema- en una cota récord. Sería insensato negar que las siete subidas consecutivas de tipos aplicadas aquí no han tenido efectos. El crédito se ha endurecido, la financiación se obtiene con mayor dificultad y mucho más cara, las operaciones de compraventa de empresas se han reducido al mínimo. Todo esto así. Pero la resistencia a la baja que está mostrando la inflación hasta la fecha es obstinada y exige seguir actuando con dureza y sin contemplaciones. Los halcones querían que el BCE subiera el precio del dinero medio punto y han perdido…de momento. Estamos ante una guerra que se presenta larga y en la que finalmente triunfará el sentido común.

Exuberantes por su victoria pírrica, los moderados se han inventado una interpretación equivocada de los hechos, desplegando la especie ‘fake’ de que tanto la FED como Fráncfort se van a tomar una pausa en su carrera de endurecimiento monetario. Se trata solo de un desiderátum. Tanto el señor Powell como la señora Lagarde han declarado explícitamente que no habrá parón alguno y que proseguirán con determinación hasta detener y cauterizar por completo la hemorragia de los precios.

Esto es lo que deben hacer sin ninguna duda. Aunque el crecimiento económico se está moderando, ofrece de momento un grado consistente de resistencia. La cantidad del dinero en circulación en Europa sigue siendo positiva y, de momento, no se han producido grandes acontecimientos salvo el colapso de varios bancos medianos y regionales americanos que habían invertido muy mal durante la época del dinero gratis y con unos balances poco sólidos. En Estados Unidos el PIB está en registros positivos y el empleo marca todavía cotas altas.

En general no hay una gran contracción del consumo ni de la ocupación, a pesar de las trampas estadísticas a que nos tiene acostumbrados Sánchez aquí. Basta ver el récord de ocupación hotelera durante la Semana Santa en España para concluir que todavía hay que sufrir mucho más si los bancos centrales a los que hemos asignado esta función están de verdad comprometidos a cortar en seco la inflación, que es la única garantía de una economía robusta, estable y generadora de puestos de trabajo en el futuro.

Esto es lo que no entienden las palomas: que estamos ante un cambio de régimen monetario, que ya hemos traspasado el preludio de una nueva etapa económica, que es preciso extirpar el tumor que envenena la actividad induciendo a los agentes a adoptar decisiones equivocadas, que se han acabado los días de vino y rosas, el modelo de vivir a crédito y que es preciso, de manera prioritaria, presionar a los Gobiernos, especialmente a los más sucios como el español, para que reduzcan prioritariamente el gasto y bajen aceleradamente su endeudamiento.

Toda esta cantidad de deberes pendientes exige prescindir de las palomas, que son básicamente colaboracionistas con el enemigo aunque, eso sí, esgrimiendo causas aparentemente nobles. Con esta clase de bueyes no se puede arar, ni tampoco edificar un horizonte prometedor para las nuevas generaciones. Es cierto que en esta ocasión han ganado una batalla, una pequeña batalla. Dejémosles que disfruten escuetamente y preparémonos para la guerra.