Opinión

El supremacismo lingüístico del PSC

Salvador Illa es tan «progresista» que asegura que la creación del Departamento de Políticas Lingüísticas, en realidad un Comisariado de Persecución del Español, «subraya la importancia de la defensa de la lengua catalana como columna vertebral de Cataluña. No es la defensa de la lengua catalana un ataque contra nadie, es la defensa de la columna vertebral de la nación catalana». El recién investido president socialista se reivindica como el nuevo líder del separatismo, el que pondrá seny e intentará gestionar mejor los maltrechos servicios públicos, pero con el catalán como «columna vertebral» de la «nación catalana».

Por supuesto, el PSC se ha vendido a la tradición supremacista secesionista que considera al español «la lengua de las chachas» ya que «hablar español es de pobres» – expresiones de hace unos años del hoy reconvertido Salvador Sostres -. De ahí que muchas administraciones del PSC excluyan, por sistema, al español como lengua de relación con los ciudadanos en rotulación de edificios públicos, señales en la vía pública, cartelería y otras formas de comunicación. Convivencia Cívica Catalana, entidad constitucionalista presidida por Ángel Escolano, desarrolla un trabajo ingente para denunciar los ataques al español que los socialistas perpetran en toda Cataluña. Y no es nada nuevo, no se puede decir que es fruto de la actual coyuntura política y del pacto con ERC para conseguir la anhelada Generalitat, ya viene de viejo.

Pero el PSC ha dado un nuevo paso, de la exclusión del español a la hispanofobia. Y es que el supremacismo lingüístico catalán, que el PSC ha abrazado con fervor y que llevó a Jaume Collboni a despedir a medio centenar de trabajadores del Ayuntamiento de Barcelona – entre ellos su cocinero personal, un clarinetista y empleados de la limpieza – por no tener un certificado de dominio del catalán hace tiempo que ha tomado una deriva muy siniestra, la del señalamiento personal a trabajadores de comercios y restaurantes que atienden en español, para que sus jefes, debido a la presión en redes sociales, los acaben despidiendo,

Es puro clasismo, ya que esta persecución, que ha sido potenciada por las administraciones socialistas tanto a nivel local como autonómico subvencionando a entidades de chivateo lingüístico como Plataforma per la Llengua, va contra los más débiles económicamente. Hace unos días se hizo viral en las redes sociales secesionistas un mensaje en el que un separatista denunciaba que en un supermercado – daba el nombre del comercio y la calle – una dependienta – y daba su nombre – le pidió que le hablara en español. «Al final he claudicado y se ha echado a reír. Invasores sin educación».-, se lamentaba este independentista.

«Invasores». Una persona que debe cobrar poco más de 1.300 euros al mes es para este señorito un «invasor». Simplemente porque habla en español en España. Unos separatistas que fracasaron de una manera cómica en su intento de culminar el golpe de Estado del 1 de octubre, y cuyos líderes acabaron todos en la cárcel mientras muchos militantes de Òmnium y la ANC protestaban poniéndose un lacito amarillo en la solapa mientras se hinchaban de marisco y gin tonics en sus segundas residencias de la Costa Brava o el Ampurdán, se pueden permitir el lujo de llamarnos «invasores» a los que hablamos español en Cataluña simplemente porque los socialistas, una vez más, nos han traicionado,

Sin Pedro Sánchez y Salvador Illa, sin los indultos y la amnistía al separatismo, sin el continuo flujo de dinero público que los socialistas aportan a las administraciones que controlan los secesionistas, los partidos y entidades independentistas estarían derrotados y en Cataluña no se humillaría, cada día, a los millones de ciudadanos castellanoparlantes. Pero Sánchez e Illa creen que la lengua catalana es la «columna vertebral» de una «nación catalana» que acabará siendo parte de su anhelado proyecto: una República Confederal Ibérica. Por suerte, somos muchos los millones de españoles los que les plantaremos cara, y no conseguirán acabar con nuestra Nación.