Opinión

Y Sánchez en la playita

Pedro Sánchez descansa junto a su familia y amigos en el Palacio de La Mareta, en Lanzarote, un complejo de más de 30.000 metros cuadrados diseñado y decorado por César Manrique, regalo de Hussein de Jordania al Rey Juan Carlos, integrado por diez bungalows de una y dos plantas de altura, piscinas gimnasio, pista de tenis, cancha de baloncesto y una amplia zona ajardinada de 10.000 metros cuadrados, con un lago central, que reproduce la arquitectura tradicional de las Islas Canarias, de estilo colonial, con paredes blancas y numerosas terrazas desde las que se contemplan unos espectaculares atardeceres. Y nada perturba su tan merecido descanso después de que, con sus propias manos, Sánchez haya salvado la vida de más de 450.000 españoles durante el estado de alarma por el coronavirus, como él mismo dijo en el Senado.

Poco le importa a él que el resto de líderes occidentales se hayan visto obligados a suspender sus vacaciones para ponerse al frente de los dispositivos de rescate de sus compatriotas atrapados en Afganistán, antes de que caigan en manos de los salvajes talibanes. Eso Sánchez lo resuelve en un tuit en el que anuncia que va a enviar –muy tarde- dos aviones, que llegarán a un aeropuerto como el de Kabul, que se encuentra sumido en el caos más absoluto, con escenas de pánico, disparos, muertos y decenas de heridos. ¿Qué es eso para el «primer ministro más guapo del mundo», con lo que se parece a Superman? Lo importante ahora es que siga mejorando su bronceado y perfeccionando su musculoso porte atlético.

En Lanzarote, junto al mar, Sánchez está fresquito. No le habrá molestado la ola de calor extremo que ha arrasado España, con medio país en riesgo extremo y temperaturas que han llegado a superar los 46 grados, mientras el precio de la energía eléctrica ha batido récords históricos, provocando que los españoles tengan que elegir entre comer o encender el ventilador y que los comerciantes se vean obligados a apagar la luz de sus negocios y trabajar a oscuras, mientras a los socios del Gobierno no se les ocurre nada mejor que proponer la “nacionalización” de las empresas energéticas, como hacen en las tiranías comunistas donde prácticamente viven a oscuras por los continuos cortes de luz causados por las ineficaces empresas nacionalizadas. Pero de haber llegado a sentir el calor, Sánchez habrá podido utilizar los renovados equipos de aire acondicionado que le pagamos entre todos, sin que nada perturbe su merecido descanso.

Ni siquiera se habrá enterado, mientras tomaba el sol, de que un Juzgado de Ceuta ha paralizado la expulsión y repatriación a Marruecos de los menas que invadieron la ciudad durante el pasado mes de mayo y que, hasta ahora, se hacinan en naves industriales y campan a sus anchas por toda la ciudad autónoma. Al parecer el responsable del Ministerio de Interior, pese a tratarse de un juez de la Audiencia Nacional, como es Marlaska, no ha cumplido con todos los requisitos legales que tal procedimiento administrativo requiere y las devoluciones a Marruecos se han estado haciendo en menoscabo de los derechos de los menores, por pura desidia y dejadez. La justicia no pone en duda que los menores que vinieron de Marruecos deban ser entregados de nuevo a las autoridades marroquíes para que ellos los hagan volver con sus padres o se encarguen de su tutela, el juez impide que Marlaska pueda trasladar a los niños como si fueran borregos y le exige que se cumpla la ley. Ni los españoles atrapados en Afganistán, ni el descontrolado precio de la luz en plena ola de calor, ni la prepotente ineficacia de Marlaska van a conseguir perturbar el descanso de Pedro Sánchez en su palacio de Lanzarote. Y, pensándolo bien, casi es mejor que se quede allí, que siga bronceándose y que vuelva incluso más guapo que antes, que es para lo único que sirve.