Opinión

Sánchez e Iglesias, puro teatro, pura coña

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Me parece pura coña. Son buenos actores uno y otro, hay que reconocerlo, pero la función que representan es la de un libreto conocido, bastante representado. Pirandello se las pintaba único para estas cosas: encelaba aparentemente a sus personajes, parecía que se estaban triturando, y luego resultaba que no, que todo lo habían convenido en perjuicio del lerdo del bote, un panoli que se había creído el zurriagazo de uno contra el otro, y del otro contra el uno, pero que se llevaba en exclusiva el patadón en el tafanario. Era el tonto del haba al que los listos habían utilizado con maña y sin aseo alguno. La actualidad pasa ahora mismo por esta muestra en la que los protagonistas son dos individuos sin escrúpulos que tienen a media España en un ¡ay! a cuenta de si uno apoya la sublevación catalana, en todas sus vertientes, violencia incluida, y el otro, aparentemente contrito, se duele en público porque el terrorismo callejero no puede confundirse con la imperiosa libertad de expresión. Este segundo, Pedro Sánchez, usa los mismos latiguillos que manejaba el extinto general Franco para asentar sus decisiones. El autócrata bendecía por ejemplo “el deseable contraste de pareceres” pero el que los ejercía se llevaba un palo de padre y señor mío y se quedaba para el tinte. El narcisista se coloca una faz que el más seráfico angelito no podría emular, pero al tiempo ordena que ni una palabra contra su socio, el moño más desagradable del país, que a la Justicia hay que tenerla aherrojada porque ya se sabe que los jueces son muy suyos y muy independientes, y que a responder a los terroristas de la kale borroka tienen que salir dos chicas buenas, Calvo y Robles, porque a Marlaska no le va la varonil contestación a los chicos Molotov.

Todo atado y bien atado, por seguir, lo siento, con el que en su tiempo fue llamado el “Benemérito de Cuelgamuros”, algo impropio ya porque le han sacado del Valle y han dado con sus huesos en El Pardo, de donde nunca quiso salir el hombre. Todo atado y bien atado. Chico malo, chico bueno, poli bueno, poli malo. Se han repartido los papeles mientras en sí mismos se despelotan de risa contemplando como el personal ha caído en la trampa, y se cree eso de que ellos, los prebostes del poder, no se pueden ni ver. Sánchez debe marcarse un Iglesias todos los días y advertirle en plan prefecto religioso de los sesenta: “Todo bien, pero no te pases, chico, que me están dando la lata contigo”. El otro, con seguridad, le tiene que responder: “Si, vale, pero hoy un poquito más de bora bora”. Como en el chiste; un poquito más de bora bora, es decir de la vajilla averiada de Echenique rota en las crestas de todos los españoles decentes.

Que no se lo crean, que no. En opinión del cronista esta función a va durar en cartel más que la mítica ‘Sé infiel y no mires con quien’ que se pasó abriendo el teatro algo así como siete años. Ahora, a fingir, que el matrimonio se lleva francamente mal y que tiene unas broncas de drama irlandés, pero no: todo lo tienen pautado, incluso la ferocidad de los golpes. John Wayne, cuando se le preguntaba si los puñetazos que le propinaban y que recibía eran auténticos: “No, pero ¿a que lo parecen?” Pues eso, las disonancias del dúo español de la bencina lo parecen. La impresión que da es que este esperpento a largo plazo regirá incluso hasta después de que los protagonistas de la trágica chirigota se decidan a romper ante las cámaras que tan bien utilizan para provecho propio. Entonces acudirán a las televisiones amigas, que son todas por otra parte, y, compungidos, comunicarán que, como se han traspasado todas las líneas rojas cada uno se tiene que ir a su casa a vivir por separado. Pero, ¿en qué consistirá ese acto de la función? Pues con certeza en esto: en que durante un tiempo, en la campaña electoral siguiente, se tirarán a la cabeza tiestos preparados para no hacerse demasiado daño, y cuando todo esté resuelto porque las urnas vomiten otro Gobierno de coalición social leninista, volverán al morreo bilateral muy adobado con las invencibles estrategias del gurucillo Redondo, el segundo hombre que más daño está haciendo a España. El primero, no es discutible, es su jefe de la Moncloa.

El problema radica en que algunos tontainas de la derecha nacional han caído en la trampa como los paletos que juegan a quitarle la moneda a los trileros. Y no solo resbalan con los tramposos, sino que se mecen en sus provocaciones, algo que a éstos les viene de maravilla, vamos, que gozan con ello. En realidad, los componentes del dúo en cuestión son más falsos que el matrimonio de ‘House of Cards’, son unos artistas de la ficción, unos sujetos que se aprovechan de que fuera de su recinto nadie hay más malo que ellos. Están engatusando a la gente con su argucia y nosotros, los más, sin enterarnos. Pardillos de poca monta que somos. Todo atado y bien atado: no van a romper, lo tienen todo más preparado que los bailes de cadera del musical por antonomasia, ‘West Side Story’. Todo esto es lo que me parece. Así es si así os parece. Pirandello.