Opinión

Retrato de un miserable

Un columnista del diario El País, Eduardo Bravo, ha perpetrado la ignominia de mofarse a través de sus redes sociales de los enfermos de fibromialgia, dolencia que sufre Andrea Levy, concejal de Cultura, Turismo y Deporte en el Ayuntamiento de Madrid. Bravo ha compartido una fotografía de Levy y Belén Esteban en un acto promocional y lo ha acompañado de un mensaje, con ínfulas humorísticas, en el que insinuaba un consumo excesivo de alcohol por parte de ambas. Bravo ha querido hacerse el gracioso, pero ha quedado como un auténtico miserable: «La fibromialgia que se debieron pillar estas dos en Chicote el otro día ha tenido que ser de órdago», afirmó.

No es cuestión de marcarle al susodicho los límites que separan un chascarrillo de un comentario vomitivo. Ya es mayorcito. A modo de información, sólo decirle que Andrea Levy anunció que sufría una enfermedad que afecta a casi un millón de españoles. Lo hizo después de sufrir el escarnio en redes sociales a raíz de un vídeo en el que la política sufrió varios errores de dicción durante una intervención pública. Y es que la confusión al hablar es precisamente uno de los síntomas de la enfermedad. Eduardo Bravo ha hecho lo que hicieron entonces muchos: mofarse de Andrea Levy, con la diferencia de que entonces no se conocía que la política sufría la enfermedad. Sin embargo, el columnista de El País estaba perfectamente al tanto de la misma, hasta el punto de utilizarla para intentar denigrar a Andrea Levy. El comentario revela la catadura moral del personaje y coloca a Eduardo Bravo ante el espejo de su propia indignidad, de su propia miseria personal. Ha quedado retratado como un indeseable sin escrúpulos. En casos como este lo normal sería excusarse, pedir perdón, pero está por ver que Bravo admita que se excedió gravemente. Bien mirado, sería pedirle demasiado.