Opinión

Receta contra el veganismo: Dios, toros y jamón

«No es mi cultura» se llama la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) registrada en el Congreso de los Diputados que aspira borrar de nuestro patrimonio la tauromaquia y legitimar con ello una filosofía tóxica para la naturaleza humana, me refiero al veganismo, el instrumento del que se sirve el movimiento woke para manipular la mente.

Con el pretexto de abolir la tauromaquia, los veganos aspiran a posicionarse en nuestro país como un grupo de poder que propugna el fin del reino animal y el igualitarismo en las especies. Con todo lo que ello implica: la destrucción del sentido de patria, familia y Dios, porque en todo ven machismo y sometimiento.

¿Lo captan? A través de hacernos creer que es de buen ser vivo comer sólo pimientos, quieren que nos traguemos su plan diabólico para destruir nuestra civilización.

Una de las caras más visibles en España del movimiento vegano es la presidenta de la asociación AnimaNaturalis, Aida Gascón Bosch, la impulsora de la iniciativa que propone derogar la Ley 18/2013 que declara la tauromaquia como Patrimonio Inmaterial. Un primer paso para que cada comunidad autónoma pueda legislar sobre ella y, como sucede en México, Colombia, dependiendo la región, la tauromaquia esté o no prohibida.

Aida Gascón Bosch era del PACMA. Yolanda Díaz y Ernest Urtasun la ficharon como responsable del área de bienestar animal con el fin de absorber al partido animalista que propugna el veganismo, el no a la caza y los derechos sexuales de las gallinas. Sin duda, hay que ser muy bestia para defender algo así. Y padecer objetivamente de algún tipo de enfermedad mental para verlo normal.

La estrategia de este gente es digna de estudio. Lo que no lograron nunca con las armas, lo están consiguiendo a golpe de delirios, decretos y prohibiciones. Lo que para una minoría es progreso para una inmensa mayoría es censura. El PACMA no ha logrado nunca ni un diputado. 

Como cada vez son menos los seres humanos que se ponen detrás de las pancartas de los progres suelta violadores, se han visto en la necesidad de sumar a sus filas los burros, pulpos, cerdos, gallos, gallinas, perros, gatos y demás fauna.

Es por eso que los woke necesitan igualar y otorgar a los animales la condición de ciudadano y reivindicar sus derechos –las actuales leyes de bienestar animal apuntan a esa dirección–. Destruyen a los jóvenes con la ideología antiespecista para robarles la conciencia trascendental, es decir, el alma humana.

Les absorben el seso para mutilar su sexo. Les animalizan para que no se distingan de un ser irracional. Les bestializan para matar a santos inocentes en su propio su seno y demás monstruosidades.

Me la juego a que, de aquí a un tiempo, la élite wokista emprenderá un movimiento estudiantil para que las mascotas voten en las elecciones –¿acaso no son adultos, necesitan una vivienda y les afecta las leyes?, dirán–.

Hemos sido testigos del asesinato de Charlie Kirk. Millones de jóvenes en Occidente enloquecidos respaldan el magnicidio de uno de los líderes con mayor capacidad de persuasión del mundo. Kirk tenía el don de la elocuencia. Exorcitaba demonios. Rehabilitaba almas tetrapléjicas que había arrollado la ideología woke.

Porque, cuando el veneno wokista penetra en la conciencia humana, paraliza la capacidad de razonar y reduce a la mínima expresión la potencia del lenguaje, la palabra, el diálogo. El veganismo es una de las herramientas más útiles de esta ideología.

El veganismo es el arte de inculcar a través de la alimentación la intolerancia a todo. El vegano mata de hambre al espíritu al no darle de comer nada de lo que necesita nuestro organismo humano para desarrollarse en plenitud. No somos omnívoros por convicción, sino por naturaleza.

El veganismo adoctrina la mente través del sometimiento del cuerpo en la no escucha y quien no escucha es incapaz de hablar y, por ende, de ser conquistado por la verdad.

Un pueblo cuya identidad nacional se puede resumir en el toro, la cruz y el jamón, debe hablar sin tapujos y sin complejos. Los 500.000 que han firmado en España esta iniciativa para eliminar la protección jurídica de la que goza la tauromaquia, tienen el derecho de proponerlo y, sobre todo, de comerse un pimiento.

No se puede tolerar que con su intolerancia nos anulen al resto e injerten en nuestra sociedad una plaga virulenta que destroza el alma humana hasta hacerle creer que el hombre no merece más dignidad que un gusano o un insecto. O hasta el punto de la calamidad más radical: rechazar la especie y auto determinarse otra.

Saben que no exagero. Llegados este punto debemos de tomarnos las cosas con humor. Tiempo al tiempo, la receta contra el veganismo –Dios, toros y jamón– será el lema de la resistencia española contra la dictadura woke, la invasión islamista y la estupidez humana. No por nada la gente acude cada vez con más frecuencia y en mayor número a las plazas de toros. Porque… lo que no es nuestra cultura, es la de ellos. Diga lo que diga el argumentario falaz de Yolanda Díaz y sus secuaces.