Rebelión generalizada en la España ‘vacilada’
No es sólo el campo abandonado a su suerte. Ni el medio rural al que el Gobierno Sánchez ha dejado sin interconectividad y al albur de las heladas. No sólo son comarcas enteras que agonizan, ni pueblos en donde hoy lo más habitado son los camposantos.
La España vacilada incluye a transportistas, policías y guardias civiles, empleados sureños del metal, peluqueros, autónomos, consumidores en general, turistas del Imserso, y todo un amplio abanico de sectores que se van hundiendo poco a poco en el mejor de los casos y aceleradamente en el peor de los supuestos. Son millones de golondrinas dormitando en un gélido invierno. Y lo que venga.
Todos ellos tienen algo en común: el presidente Sánchez de norte a sur, les viene prometiendo lluvia de millones, oro y moro en un mismo pack, la tierra prometida, sentarse en un jamón con chorreras al mismo tiempo que mastican longaniza. Es como ese papá generoso que reparte bienestar de boquilla en el tiempo que transcurre entre la bajada del falcon y pertrecharse en el super puma oficial. Él, oiga, es así. Una vez que pisa el helipuerto de Moncloa de lo prometido, oiga, no me lo apunten, porque a fin de cuentas tan sólo soy un político. Sí. Sánchez se asemeja aquellos políticos del viejo far west de sombrero y librea que mientras da besos a los niños les roba los caramelos.
La España vacilada es inmensa. Un grupo de ciudadanos hartos ya de estar hartos han montado un movimiento, dicen que transversal, con este título tan castizo como descriptivo. Una colega leonesa, teóricamente partidaria de desgajar su provincia de Castilla al mismo tiempo que rechaza en lo que ha devenido el llamado estado autonómico, incluye también en ese país vacilado por Sánchez a los presidentes de la España interior recientemente reunidos bajo las faldas santiaguesas de Nuñez Feijóo. En esto último lleva razón. Porque es en la financiación, es decir, en el dinero, donde esa España que da el último bostezo antes de irse al otro barrio, donde está la madre del cordero. Porque ni las dos Castilla, ni León, ni Galicia, ni Aragón, ni Extremadura tienen pegamento suficiente para fijar a Sánchez a la silla a la que tanto ama. De ahí, sus arrumacos a los populistas del Siglo XXI con maletas repletas, secesionistas, bilduetarras y demás baldovís que puedan aportar siquiera una miaja a su triste deambular como primer ministro.
Hoy, los vacilados por Sánchez, no digamos ya por las fashions Díaz&Irenes &Belarras&Garzones&Castells, suman más (en millones) que aquellos otros españoles a los que prometió y cumplió.
Echó a tiempo a Iván Redondo. Porque éste ya tenía preparado un nuevo y definitivo eslogan con el que excitar aún más la incontenible vanidad de su jefe. No era otro que este: «Pedro, el vacilón. Vota a Sánchez».
Ensimismados y autosuficientes en su burbuja, ni siquiera se percatan de que los vacilados han decidido decir basta.
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