Opinión

¿Para qué sirve el Ministerio de Cultura?

¿Para qué sirve el Ministerio de Cultura? Para nada. En realidad, para los ciudadanos liberales cualquier Gobierno está desproporcionado, y la mayoría de las carteras ministeriales deberían suprimirse por direcciones generales gestionadas por los especialistas del ramo. Pero el Ministerio de Cultura se lleva la palma. Su independencia respecto al área educativa, obedece por lo general, y es marca PSOE, más a la propaganda que a la atención del patrimonio cultural y los intereses de los diferentes creadores y promotores de estos asuntos.

El actual titular de la cartera ha marcado territorio. Si alguien tenía duda si estamos ante un genuino departamento ideológico, puede estar tranquilo. Ya no hay incertidumbre alguna. El discurso puramente político que ha realizado en su puesta de largo ante la Comisión Parlamentaria del ramo, está cargado de propósitos ideológicos, que incluso creo entender que llegan hasta la paz mundial.

La verdad es que todo el mundo parece haber comprendido sus declaraciones, pero a mí toda esa parrafada o monserga progre, me resuena tan vacía de sentido real que pienso que estos políticos han pasado ya a la «neolengua». «La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura», decía Syme en la redacción de ese fanático diccionario que eliminaba hasta los sinónimos». 1984, George Orwell.

Dice Urtasun que «promoverá un un proceso de revisión que permita superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones», la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico». Pues todavía no sé si quiere recuperar todas las obras expoliadas del patrimonio español, actualmente en museos internacionales de esos que dice ya han tomado este camino, o si no podemos exponer cuadros con negros o esclavos como el Retrato de Juan de Pareja de Velázquez, y así evitamos con nuestra admiración, normalizar tamañas injusticias. Aunque a lo mejor habla de llevarse obras del Prado a museos provinciales, que también tienen derecho a exhibir en sus paredes a Las Hilanderas o La Familia de Carlos IV. A lo mejor quiere llevar este ensalzamiento de la figura arcaica de una monarquía retrógrada a Cataluña, para que algún activista por amnistiar pueda quemarla boca abajo. En fin, el término colonización quedará bordado en su capote. Porque de las «inercias de género», mejor ni hablamos. Pienso que pueden referirse a esas obras como La niña monstrua de los Austrias de Carreño de Miranda o Las tres gracias de Rubens, o quien sabe si será «inclusivo» un cupo de pinturas realizadas por el colectivo LGTBI y reivindicar la condición sexual de aquellos que no pudieron exhibirla en su día.

También dice que contará con una dirección general propia que tendrá como objetivo fundamental desarrollar un plan de Derechos Culturales, una de las promesas electorales de Sumar. ¿Derechos culturales ? Los que recoge la Constitución española desde 1978, esos tan claramente expuestos en sus artículos 20, 44 y 48 ¿o eso ya está anticuado? Seguramente los considera insuficiente para el contexto actual que tiene que luchar contra la violencia de género, cultura de la violación, mansplaining, gaslighting, la cosificación del cuerpo femenino y un sinfín de aberraciones aplaudidas por los 2,7 millones de visitantes de los museos estatales.

Y en cuanto a la novedosa creación de una dirección general de los derechos de los autores, a su juicio para proteger la libertad del creador frente a la censura, tiene todo el tufo de un nuevo discóbolo contra administraciones territoriales que no le gustan a este autodenominado defensor de los espacios del diálogo e intercambio. Por cierto, esa añoranza con Jorge Semprún debería serlo como autor de una poderosa literatura autobiográfica y como guionista cinematográfico, porque los dos años y medio que fue ministro de Cultura a finales de los 80 ha quedado para la historia de la gestión invisible. Salvo la figura del intelectual, comprometido y respetado por todos, no hay huella de las cosas administrativas.

Parece que este ministro de la verdad ha decidido cargar la suerte, y ya saben lo que decía Manolete: «Esto es simplemente una ventaja para el torero, puesto que se desvía más fácilmente el camino que trae el toro». Cargar la suerte, yo lo creo así, es tan solo una ventaja. Cada uno con su lenguaje. Y con el Ministerio más evanescente de la democracia.