¿Qué es un cultureta?
Este comprometido artículo va dirigido a ese club de acceso muy restringido, que se comunica con un lenguaje cifrado, huyendo del aterrador beneplácito de los magnates del espectáculo, que hoy en día son los que presumen de su poderío mediático. La alta cultura suele confundirse con el éxito popular, creando un laberinto de espejos que sólo el tiempo pone en su sitio. El altivo silencio de los verdaderamente válidos no es más que un profundo desprecio hacia los gustos de la masa burguesa, la zafiedad del gran público y la mercadotecnia de los medios vinculados al espectáculo contemporáneo (medios de comunicación y redes sociales, fundamentalmente) y los miedos a la soledad y la introspección.
Fulanito tiene muchos premios, presume de ellos en la página digital de Wikipedia que él mismo ha creado. En el lenguaje aprobado popularmente, eso es un éxito asegurado: un premio significa que un grupo de especialistas lo ha señalado como el mejor dentro de su ámbito. Lo que no se tiene en cuenta es que, para obtener esos premios, Fulanito ha invertido una ingente cantidad de tiempo en buscar las bases, adaptarlas a su trabajo, presentarse en tiempo y forma, pasearse por los saraos convenientes para hacerse amigable y conocido para, finalmente, alimentar esa bochornosa debilidad que le ha conducido a obtener el reconocimiento de los demás. Cuantos más premios, más desconfío.
Es verdad que un talento escondido puede quedar en las catacumbas, y tampoco soy defensora de los que van por la vida de víctimas. Detesto el victimismo en todas sus facetas. También es cierto que en el fondo de toda alma ignorada queda la esperanza de que un descubridor le encuentre, rescatándole de la oscuridad. Pero pienso que no tendrá tanto talento si no sabe utilizarlo mínimamente para algo útil, aunque esa utilidad sea simplemente el alivio de su sufrimiento. Los aplaudidores también son compasivos y aceptan como válidas creaciones de paupérrima calidad si el personaje les ha dado lástima, siempre y cuando les haya entretenido y hecho ver lo afortunado que ellos son por carecer de ese carácter de artista, tan vulnerable y complicado.
El formidable aparato publicitario que existe al servicio de la mediocridad está dominado por los prostitutos de la inteligencia, que inflaman sus méritos y sus perspectivas vacuas de las realidades comunes, alzándose en una complaciente élite influyente y poderosa, carente en muchos casos de verdadero criterio y conocimiento. Se ha prescindido del heroísmo vinculado históricamente a los que despuntaban en algún ámbito, transmutándose en formas de entretenimiento barato y ridículo, creado en muchas ocasiones por francotiradores resentidos, que en el fondo se ríen de su propio éxito, porque saben que no se sustenta en absolutamente nada.
Criticar sistemáticamente de forma facilona y evidente, alguna mención a los clásicos tan obvia como ridícula, falta de linaje intelectual, oportunismo sujeto al capricho de la vanidad, algo de malicia y, sobre todo, mucha pedantería y esnobismo: he aquí la mezcla infalible del éxito. La sobrestimación, por su carácter pendenciero y cierto espíritu de contradicción, ha incomodado siempre a los árbitros del gusto que se ocupan de establecer las jerarquías de la cultura. El reino de la mofa y el escarnio es particularmente rencoroso, y no perdona la falta de lo sublime, eso tan, tan escaso, tan, tan difícil de encontrar. Dejemos a las aves chocarreras del Parnaso, los culturetas, que payaseen a sus anchas, con sus caprichos y arbitrariedades erigidos por sus mercenarias leyes. Está bien que suban al estrado para entretener. Mirar, reír y olvidar.
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