Opinión

El PSOE es el niño de la pelota

Cuenta Arcadi en las páginas de El Mundo que va a votar a Ciudadanos por responder a la única opción racional que existe en el circo político actual. No seré yo quien niegue que es condición necesaria en la España de víscera y trinchera insistir en la lógica y el sentido común como componente de elección política. La razón del voto que apela al cerebro pertenece a una minoría factual que acaba por determinar nada en el conjunto sociológico, pero es pertinente reclamarla siempre, incluso cuando se hace para honrar el ocaso de una formación que nació con el componente ilustrado como divisa. Sucede que Espada, amén de explicitar su elección, deja caer en la reflexión de forma implícita que votará Ciudadanos porque este PSOE es invotable, al menos hasta que deje de dirigirlo Sánchez. Y que, llegado el caso, con un PSOE reconvenido y reconvertido, será opción viable depositarle confianza en forma de urna y tribuna.

Olvida Arcadi que los que votaron siempre -o coyunturalmente- a Ciudadanos, y dejaron después de hacerlo, no respondían en su fuero ideológico, salvo la excepción catalana, y algo menos andaluza, a veleidades socialistas. Eligieron el proyecto que presidió Rivera -después de él, ya fue otro partido, aunque conservara el mismo nombre- porque representaba una opción imprescindible frente a un bipartidismo que había generado necrosis en el sistema. Pero con la caída del proyecto liberal en el limbo sociológico, si se observa el trasvase de voto, se concluye que la izquierda política poco o nada ha recogido de esa estampida de votantes. Luego, no hay que esperar nada de esta izquierda y menos aún de este PSOE, que no ha cambiado desde Pablo Iglesias Posse. Es el mismo PSOE, el de Sánchez, Zapatero y González. El de Negrín, Prieto y Largo Caballero. El de las fechorías con barniz democrático, el de la corrupción sistemática pagada con el dinero de todos los ciudadanos, el que compra votos y conciencias, el que parasita y depreda instituciones hasta dejarlas tiritando de funcionamiento e independencia. El de siempre.

En mi tribuna anterior, avisé de una práctica habitual en este partido y en el conjunto de la izquierda cuando está a punto de perder el poder. Sus actuaciones y movimientos recuerdan al niño propietario de la pelota con la que jugábamos en la calle con los amigos de la infancia. Siempre era el mismo niño el que llevaba el balón con el que pasar la tarde dando puntapiés, mientras fantaseábamos con replicar goles y celebraciones de nuestros ídolos futbolísticos. La tarde no empezaba hasta que fulanito bajaba con la pelota. Sólo que la pelota era suya y sin pelota no había partido. Así que las cosas se hacían habitualmente como el niño quería, al que el resto de criaturas optaban por no molestar e incordiar. Incluso le rogaban jugar en su equipo, para así garantizarse la victoria. Hemos vivido esa infancia en la que se socializaba con todo atado y bien atado.

Uno, que creció en la Andalucía de estreno democrático, veía lejos eso de formar parte de un régimen. Hasta que tienes que marchar de tu tierra porque no aceptas ser la cobaya de un sistema establecido de agradecimiento, no entiendes que no todo el mundo puede huir para ser libre y que a base de votar al que siempre te da trabajo -condicionado- acabas por desarrollar un síndrome de Estocolmo político inaguantable. Lo que hemos leído estos días sobre la compra de votos masivos en media España por parte de partidos políticos, con especial énfasis en el PSOE, es la constatación, ya sí manifiesta, de la degradación más putrefacta de la democracia.

El foco se ha puesto en Mojácar, una pequeña localidad almeriense de playas estupendas que muchos situarán en el mapa por primera vez al enterarse de que candidatos socialistas han comprado votos para repetir mamandurria y vidorra pública. A los inmigrantes recién llegados les ofrecían incluso trabajo, el que no tenían ni sabían generar para los vecinos de toda la vida del pueblo. Si han hecho esto es porque conocen los mecanismos de un sistema corrupto que les permite delinquir sin que nada ocurra. Cuando compras el alma de alguien te perdonará hasta el peor de los pecados y el más abyecto de los delitos. Y el socialismo vive de pecar y sanar poniendo el dinero en el cestillo de su parroquia de fieles. Mojácar, como sucedió con el caso del tito Berni, no es el síntoma, es la forma de vida de quien lleva operando con impunidad desde su fundación.

Durante los cuatro años que estuve en el Parlamento me dediqué a denunciar una práctica que duró cuarenta y que se basaba en adulterar conciencias y chantajear a los ciudadanos con no trabajar si no votaban al PSOE. Compraban derechos por esclavitud. Andalucía vivió cuarenta años de regímenes: uno dictatorial, otro democrático, pero regímenes. En muchos lugares de esa Andalucía, y del conjunto de España -con otras siglas tal vez- todavía hoy sigue mandando en el barrio el niño que quiere que todos sepan de quién es la pelota. Y quien desee jugar, debe aceptar que el partido empieza y acaba cuando el dueño de la pelota ordena. Al abusón se le vence cuando alguien decide traer otra pelota y el resto pierde el miedo a cambiar su elección.