Opinión

El PSOE da otro golpe de Estado

Denle la interpretación que quieran, obedezcan al gobierno si lo desean y acepten el argumentario del periodismo sanchista que todo lo justifica: lo vivido en el Congreso de los Diputados este miércoles es el mayor caso de corrupción política de la historia de la democracia en España: unos políticos limpiando los delitos de otros políticos a cambio de seguir en el poder.

Se socava la democracia mediante el indulto a la carta, lo que convierte a unos pocos privilegiados en ciudadanos vip y al resto de mortales que pagan la fiesta en ciudadanos de segunda. Y de esto, no se vuelve, ni hay marcha atrás. El PSOE da otro golpe de Estado similar al que dio en febrero de 1936 y con el mismo reparto y guion de entonces, perdonando a quienes perpetraron un golpe de Estado desde una parte de España para construir un frente popular con el que dividir y llenar de rencor, odio, mentira y violencia las calles e instituciones del país. No sólo están reescribiendo la historia, la repiten paso a paso.

Ahora toma el protagonismo la retórica política y los mantras de sofá, y mientras desde el gobierno de los delincuentes hablarán de diálogo, perdón y convivencia, los delincuentes amigos del gobierno dirán que lo volverán a hacer y presumirán de tener en sus manos a sus condescendientes perdonavidas. Desde hoy, la izquierda no puede hablar más de democracia y lucha contra la corrupción. El PSOE, su autócrata líder, su militancia estabulada y su votante feligrés, han aceptado el mayor golpe contra la Constitución y aprobado con su voto y aplauso la corrupción más grave de la historia democrática. Han perdido la poca autoridad y legitimidad política y moral que les quedaba, si es que aún conservaban alguna. Pero, al menos, no gobierna la inexistente ultraderecha.

Con lo sucedido en el legislativo gracias al Ejecutivo de ninis y sus socios delincuentes, la mayoría de españoles pasan a ser como los metecos en la Grecia clásica, personas extranjeras con menos derechos de facto que los que habitaban la polis. Bajo esa condición viviremos frente a quienes dieron un golpe de Estado, sonríen como prófugos de la justicia y esquilman el bolsillo mediante el falso victimismo y llanto de la opresión. Me acuerdo de esos trabajadores, antigua clase media, que no llegan a fin de mes, que no saben cómo pagar los cada vez más onerosos tributos que la Montero impone, que tragan con orgulloso desdén cuando Sánchez y sus palmeros gritan «¡ultraderecha!» a quien denuncie su indefendible corrupción y asalto a la verdad, y admiten que siguen votando al PSOE, aceptando con alegría su estatus de esclavo, ciudadano de segunda, meteco.

Al votante socialista acrítico, vulgo feligrés, hay que decirle que también es responsable del golpe que su sanchidad y acólitos han dado a España, a la democracia y a la libertad. Desde la oposición, la real y la oficial, la verdadera y la que ejerce en la ficción, se empezó a llamar traidor al desvergonzado autócrata para el que todo vale con tal de seguir gobernando. Pero no es acertado llamar traidor a quien traiciona España, si nunca creyó en ella como nación, ni felón a quien es desleal con su país y su gente, pues a nada obedece su ego que a sí mismo.

Desde hoy, el Código Penal valdrá lo que determinen los jueces libres y valientes que aún resisten. La Constitución, no seamos cándidos, ya fue violada desde que se impuso a Pumpido. La democracia, ni estaba, ni se le espera.

Coda: El día en el que se votaba y consumaba en España la enésima ignominia del sanchismo, a algunas periodistas pedretes se les ocurrió preguntar al perro portavoz por el concierto de Taylor Swift. Forman parte de esa manada de apesebrados para los que dar un golpe de Estado sólo legitima su posicionamiento y condena si lo hace la derecha. ¡Qué vergüenza dais, activistas! ¡Qué vergüenza!