Opinión

Adiós al profesor Lasuén

Este pasado miércoles ha fallecido don José Ramón Lasuén, uno de los economistas españoles más relevantes del último tercio del siglo XX y comienzos del XXI. El profesor Lasuén, que cumplió noventa años el pasado veinte de noviembre, llevaba unos años más alejado del día a día, pero dejó su impronta a lo largo de varias décadas. Formado en la Universidad de Madrid, realizó estancias en Oxford y Cambridge y cursó un Máster por Stanford. La doctrina económica que asimiló fue la keynesiana -como la práctica totalidad de los economistas que se formaban entonces en España, aunque muchos después la abandonaron-, que le inclinó hacia la socialdemocracia, que mantuvo, pese a su orientación ideológica de centro-derecha.

Lasuén se dedicó a todas las facetas profesionales, tanto en el sector público, donde, por ejemplo, fue consultor del plan de desarrollo, como en el privado. Empresa, política y mundo académico ocuparon su tiempo profesional a lo largo de sus años. Directivo de varias empresas, dedicó, sin embargo, muchos años de su vida a la política, aunque siempre con el mundo académico, la universidad, como su verdadera vocación.
Así, en el plano político, elegido diputado por Teruel en las Cortes Constituyentes -su tierra, ya que era natural de Alcañiz- fue asesor económico del presidente Suárez en La Moncloa.

Posteriormente, se marchó de UCD y se integró en AP, donde fue diputado por Barcelona, primero, y por Zaragoza, después. En 1989 terminó abandonando AP y volvió con Suárez a través del CDS, donde, ya en pleno declive del pequeño partido de Suárez, su escaño por Murcia fue uno de los escasos éxitos que cosechó la formación centrista en aquellas elecciones generales, ya que él lo ganó donde el CDS no lo tenía al tiempo que su partido se dejaba cinco escaños (un 20% de los que había obtenido en 1986). Posteriormente, fue candidato a la alcaldía de Madrid, en un intento desesperado de Suárez para que el CDS no desapareciera, pero no logró acta de concejal. Mantuvo su escaño en el Congreso hasta las elecciones de 1993, en las que definitivamente se retiró de la política.

En ese año, volvió a la Universidad Autónoma de Madrid, a su Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, que fundó en el antiguo palacete de Alfonso XII, que consolidó más tarde en el Campus de Cantoblanco y de la que fue decano. Al regresar en octubre de 1993 a su cátedra de Teoría Económica, se hizo cargo, como director, del departamento de Análisis Económico: Teoría Económica e Historia Económica. Eficazmente secundado por la secretaria académica del departamento -Maribel García Gracia, que fue su sucesora en la dirección del departamento, potenció las áreas de conocimiento y puso en marcha el Máster en Economía de los Servicios, con la participación de las principales empresas españolas, con la aportación como profesores de sus profesionales, que hacía del máster un programa eminentemente práctico.

Tuve la suerte de cursar mi licenciatura en la UAM desde el curso en el que él regresó. Entonces, dicha facultad contaba con muchos de los mejores profesores de economía a nivel nacional, con gran relevancia en los ámbitos políticos y empresariales, como eran, además del propio Lasuén, José Ramón Álvarez-Rendueles, Eugenio Domingo Solans, José Barea, Paloma Tobes, Maite Barea, José Luis Alfonso, Antonio e Ignacio Santillana, Eduardo Bueno Campos, Pilar Martín Guzmán, Francisco Javier Martín Pliego, Maximino Carpio, José Folgado, Ramón Tamames, José Juan Toharia, Ricardo Montoro, Ignacio Cruz Roche, José María Espí, Fernando Giménez Barriocanal, José Antonio Álvarez Vázquez, Rosa Barbolla, Leandro Cañibano, Juan José Durán, Antonio Pulido o Prosper Lamothe, por poner sólo algunos pocos ejemplos. Eso era enriquecedor para cualquier alumno, cosa que siempre agradecimos.

Asimismo, recibí su docencia en el mencionado Máster en Economía de los Servicios, un programa fantástico, limitado a diez alumnos, donde las clases del profesor Lasuén consolidaron nuestros conocimientos de la licenciatura con la lectura de más de una docena de libros sobre los servicios y la práctica empresarial, en un momento en el que comenzaban los grandes cambios tecnológicos y de comunicación.

Por último, fue mi director de departamento cuando me incorporé como profesor a tiempo parcial, compatibilizando la docencia con mi actividad profesional principal. Desde esa posición, pude asistir al homenaje que le brindó todo el departamento el día de su setenta cumpleaños -momento en el que pasaba a ser catedrático emérito- en noviembre de 2002, en el Club de Tiro de Cantoblanco. Todo el departamento se reunió en torno a él para homenajearlo.

Su doctrina económica, socialdemócrata, difería de la mía, liberal clásica, así como algunos de sus posicionamientos políticos, pero su enseñanza fue siempre enriquecedora, incluso al disentir sobre determinados aspectos, pues su conocimiento era desbordante. Miro la foto que tenemos con él aquel grupo de alumnos del máster y recuerdo el esfuerzo de aquellos días y la grata recompensa, que le debemos, de toda la enseñanza recibida. Hoy, sus alumnos, nos hemos quedado algo huérfanos. Descanse en paz.