PP/XXI Congreso: el ‘shadow cabinet’ (gobierno en la sombra) urge
Cierto que los constantes y cotidianos escándalos que ofrece el Gobierno Sánchez están laminando el protagonismo político que debería tener el Partido Popular como primer partido de España sobre el que pesa la responsabilidad de ofrecer a los españoles una alternativa clara, nítida y aprendida.
Es muy posible que Núñez Feijóo haya acertado adelantando el cónclave popular porque lo que ofrece Sánchez se sostiene con dificultad. ¿Cuáles serían, en cualquier supuesto, los principales retos a los que se enfrenta el PP en su XXI Congreso Nacional?
Lo fundamental es que del Congreso Nacional el líder popular enseñe a los españoles el equipo con el que grosso modo quiere conquistar el poder y, posteriormente, ejercerlo. No es un asunto baladí como podría parecer a primera vista. Porque las ideas básicas a desarrollar -ello, si la herencia sanchista no hace cambiar el paso como ya ocurrió en el 2011- ya han sido esparcidas por el aspirante a presidente del gobierno en numerosas ocasiones, aunque haya todavía muchos posibles votantes que no se han enterado de ello.
La estrategia fundamental a seguir, que también se conoce, debe recibir el refrendo de la militancia sustanciada en los compromisarios. Tengo que volver a escribir que, desde mi punto de vista particular, si, pero de una persona que conoce muy a fondo la historia y el presente del centro-derecha español, sería un error/gran error optar por una de las corrientes que conviven desde la fundación en el PP, esto es, democristianos, sensibilidades liberales, conservadores y otra corriente socialdemócrata.
Si el XXI Congreso optara por rotular en exclusiva el PP con algunas de esas ideologías, no tardarían los populares en sentir temblores en sus entrañas, incluso, algún que otro intento de escisión.
Escrito lo anterior, reitero lo mollar. Feijóo debe despejar ya quién y quiénes conformarán su núcleo duro dentro del partido y en un futuro equipo gubernamental. Los españoles tienen derecho a conocer nombres, caras y apellidos de esos dirigentes. Porque no les debe caber duda alguna que el empeño es morrocotudo y me atrevería añadir, «histórico».
Y todavía no se han levantado las alfombras ni en el palacio de la Moncloa, los ministerios y las empresas públicas.
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