La política primate
Los últimos acontecimientos acaecidos en España y Venezuela desafían 40.000 años de evolución humana. Hasta ahora, los científicos e historiadores más prestigiosos habían llegado a la conclusión general de que los neandertales se extinguieron hace 40 milenios desbancados por el homo sapiens. Algo que queda en entredicho tras ver cómo los partidarios de Nicolás Maduro entraron ayer con piedras y palos en la Asamblea Nacional de Venezuela. La soberanía popular tomada por asalto y la sede de las palabras convertida en un hospital de campaña donde la sangre y la violencia le robaron el protagonismo a cualquier argumento racional. Como miembros de la misma tribu que son, Maduro tiene un émulo en nuestro país. Pablo Iglesias es un alumno aventajado en comportarse como un acémila. De la violencia física bolivariana a la violencia verbal podemita hay solo un paso y a Iglesias le gusta saltar sobre todos los charcos.
El secretario general de Podemos y la portavoz morada en la Asamblea de Madrid, Lorena Ruiz-Huerta, se manifestaron el pasado sábado por los derechos del colectivo LGTBI y durante la marcha aprovecharon los tiempos muertos para llamar «loca» y «orca desencajada» a la presidenta de la Cámara madrileña, Paloma Adrados. Lo típico que hace cualquier representante público cuando acude a una concentración en favor de un sector desfavorecido. Ironías al margen, Pablo Iglesias no hace otra cosa que certificar su papel de machista empedernido. Un político con tendencias neandertales al que se le suelta la lengua cuando se trata de ridiculizar a la mujer. Él fue quien dijo aquello de que «azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase». También aseguró que la vicepresidenta de Estudios y Programas del PP, Andrea Levy, «se calienta» con el diputado podemita Miguel Vila.
Lo hizo en sede parlamentaria, que es aún más grave dentro de la extrema gravedad que tiene el suceso en sí mismo. Lejos de disculparse, incluso les ofreció su despacho para que «ambos se conozcan mejor». Iglesias es al machismo lo Michael Jordan era al baloncesto. Nadie iguala su destreza en la provocación y la ofensa. También quiso ridiculizar a la periodista Ana Romero, una profesional de amplio recorrido a la que se negó a contestar para acabar espetándole: «¡Qué bonito abrigo de piel llevas!». Incluso la ex alcaldesa de Madrid Ana Botella fue motivo de sus chanzas. De ella dijo —antes de situar a Irene Montero como número 2 de Podemos por obra y gracia de su personalísimo criterio— que era «una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido». Pablo Iglesias y sus maneras. Quiso asaltar el cielo, se dio de bruces contra el suelo y, mientras tanto, dejó frases para la posteridad como «soy un marxista algo perverso convertido en psicópata». Puro Shakespeare… Puro Churchill… Puro estadista. Con semejante legado intelectual, él mismo le hace un traje a medida a su nula estatura política.
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