Opinión

Peperos, necesitáis ayuda

Será apasionante para los historiadores del futuro analizar los mecanismos mentales del actual presidente de España. Nada nuevo aporto al circo de opinadores afirmando que su inclinación al mal es muy superior a su sensibilidad al bien, como el de la inmensa mayoría de personajes que pueblan los libros de Historia. Una buena persona, honesta y mediocre tiene muchas posibilidades de llevar una vida digna, estable y admirable; pero nunca realizará ninguna acción que tenga tanta trascendencia como para ser recogida en un libro de texto.

En cambio, un ser malvado, desequilibrado y genial aumenta considerablemente las probabilidades de realizar alguna anormalidad que, aunque sea un desastre para la humanidad, ocupe generosas páginas en cualquier manual que se precie. La historia de Pedro Sánchez es la de alguien que sobrevivió a sus carencias (múltiples y descaradas) utilizando la astucia, el cinismo y la maldad sin descanso. El tipo de política que lleva a cabo se puede basar en el acero o en el veneno, con tal de alcanzar sus fines que, como todos sabemos, no son más que su propia conveniencia.

De todas sus fuerzas, bajo mi criterio, la más sobresaliente es la rotunda carencia de esa cualidad propia de la condición humana, de la que emanan los derechos fundamentales, y que se llama dignidad. Para él, todo puede ser violado, con independencia de su utilidad, esencia y transcendencia. No en balde la máxima de la moralidad sanchista se basa en contradecir de raíz el principio platónico que afirma que hacer el mal es peor que soportarlo. Estoy dando por supuesto que Sánchez conoce este principio, aunque claramente estoy convencida de que no.

Desde muy pronto, entendió la relevancia de decir siempre lo que convenía para la mayoría de abajo, pasándose por el forro la crítica de la capa social con algo de luces que, como todos sabemos, es la minoría. Juega con nosotros sin despeinarse y, lo peor, es que no tiene rival a su altura. Los extraños compañeros de cama de Sánchez están muy bien escogidos, cualquier maniobra está perfectamente pensada y planificada. La histriónica, la imitabarbie, el semicura ambicioso, la cualquier cosa menos alegre, el listillo de pasillo… En fin, no voy a seguir, porque al fin y al cabo su cohorte sabe hacer su papel, apoyando cualquier cosa y a cualquier precio, pase lo que pase.

Enfrente, está la bancada de los marineros de azul, en la que de verdad (de verdad de la buena, sin diplomacias facilonas) no destaca nadie por su brillantez. Se limitan a rebatir de forma infantil, intentando ser ingeniosos y graciosos, con el típico verbo ágil que se le solicita a cualquier político, pero sin un ápice de posibilidades de derribar al diablo engañador. Nuestro presidente es un brillante maestro del mal, un tipo de una astucia extraordinaria, con una carencia de escrúpulos tan, tan radical, que necesita enfrente a alguien que descuelle por lo contrario de una manera anormal. Peperos del planeta, necesitáis ayuda, más vale que vayáis reconociéndolo, si no queréis otro curso igual de yermo, monótono y lamentable.