Opinión

Pensiones, amas de casa y jóvenes universitarios…

¿Por qué los políticos españoles no sienten el mínimo interés por nuestros problemas y no pisan el mundo real? Con su brújula desorientada, en el hemiciclo dan prioridad al asunto más relevante para nuestra España: desenterrar a Franco. Entretanto se está pasando peligrosamente, ocupados en hablar de fruslerías y nimiedades, de un bravo miura que nos pillará a casi todos nosotros… Y es que sobre la mesa y con carácter más que urgente tenemos un problema de cierta gravedad: el de las pensiones, cuyos números este año no cuadran. El dinero que ingrese la Seguridad Social en 2017 no cubre lo que tiene que pagar y su déficit será de casi 17.000 millones de euros. En 2016, el déficit superó los 18.000 millones. En 2015, fue de más de 13.000 millones. ¡Es apremiante que se coja el toro por los cuernos o nos pilla y nos da una cornada de aúpa!

Entretanto, el empleo femenino destruido durante la crisis, dicen que se está recuperando. Eran más de 3,3 millones de señoras quienes en 2007 como amas de casa ejercían sus labores siempre capitales en sus hogares; hoy solo son 2,2 millones. Teóricamente, eran inactivas a efectos del mercado laboral —chocante concepto de inactividad en un ama de casa— y hoy 1,1 millones están enroladas en las filas de los trabajadores. La crisis o, mejor dicho, el cambio de escenario económico ha provocado que muchas mujeres que antes se dedicaban en exclusiva a sus labores, se hayan tenido que integrar laboralmente lo que da lugar a una doble perspectiva: la versión oficialista nos dice que se ha recuperado el empleo femenino que la crisis se llevó, mientras que la versión callejera pone de manifiesto que muchas mujeres se ven forzadas por las circunstancias a simultanear sus responsabilidades al frente del hogar con trabajar fuera de casa.

Dice Jean Tirole, Premio Nobel de Economía en 2014, que el mercado laboral de España sigue siendo muy injusto. La crítica del Nobel viene por la dualidad del mercado laboral. Entretanto, nos anuncian que el mes de abril, en el que este año ha caído la gloriosa Semana Santa, ha proporcionado una buena noticia: el descenso del desempleo y el aumento de la ocupación, con una recuperación económica generadora de empleo… En esta vida, todo tiene sus pormenores… Mucha temporalidad y mucha precariedad, ésta es la realidad triste de nuestro empleo… Los chavales se desaniman y florecen los “ni-ni”: no ven futuro ni trabajando ni estudiando…  Es indiscutible que el empleo ha remontado en abril, cierto, pero no lo es menos que tres de cada cuatro nuevos afiliados a la Seguridad Social trabajan en bares, tiendas, restaurantes y hoteles: servicios en estado puro que dependen de las olas de turistas y demasiado low cost. Modelo productivo, desde el punto de vista económico, absolutamente insostenible y al albur del tsunami turístico.

El peso del sector servicios en nuestra economía es brutal con poco protagonismo del sector industrial, donde el trabajo es cualificado… Y eso está desanimando a nuestros estudiantes y universitarios. Si actualmente en España hay un millón y medio de universitarios, nuestros jóvenes tienen unas expectativas laborales descorazonadoras: 6 de cada 10 universitarios españoles se ven trabajando en el extranjero y piensan que no encontrarán trabajo en la profesión en la que se están formando. Lo peor del caso es que eso sucede con estudiantes de carreras sanitarias, ciencias, artes y humanidades: no ven futuro en España. Lo peor es constatar que su formación no les servirá para el mercado laboral existente en España. ¿Se irán de motu proprio o se tendrán que ir a la fuerza?

Nuestros chavales no esperan encontrar un trabajo acorde a sus estudios. Eso frustra sus aspiraciones. Lo malo del caso es que se advierte muy poca vocación empresarial entre los chavales, se atisba excesivo conservadurismo cuando una gran mayoría de nuestros jóvenes universitarios piensa en ser funcionario o en trabajar para una compañía multinacional… Nuestro sistema educativo no forma en función de las necesidades de futuro. ¡Y qué no se hable de mercadeo de la enseñanza universitaria!