Opinión

«Pacificando» Cataluña a nuestra costa: la amnistía

  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Yo veo la tele mientras desayuno y esta mañana la he apagado. El sufrimiento moral y hasta físico que nos ha causado a los españoles Pedro Sánchez no debería quedar impune. Y a los catalanes ni les cuento. Ver a este indigente moral y mental de Patxi López  contando cómo nos habían «pacificado» no tiene perdón. ¿Cómo podríamos imaginar que un presidente de este país llevaría a cabo semejante acto de corrupción? Había un acuerdo general, tácito, de que de algo como la amnistía no se hablaba. No por ser tabú, sino por haberse quedado en otro momento de la Historia, en la pre democracia. El que vivíamos inauguraba un tiempo jurídico nuevo, uno con un Estado de Derecho en el que nadie se libraba de ser juzgado, pues las leyes eran de igual aplicación para todos.

La amnistía no tenía ya sentido. Otra cosa era que nuestro inmerecido gobierno catalán, heredero responsable del intento de golpe de Estado de 2017, sentenciados sus miembros o viendo la que se les venía encima, reclamasen esa amnistía. Hasta hace poco, incluso Pedro Sánchez, incluso sus ministros aseguraban que era jurídicamente imposible, pues estaba asociada a un cambio de régimen al dar por prescritas las reglas anteriores.

Y llegó la oportunidad para el chantaje: el presidente más inmoral, con menos escrúpulos y más corrupto de nuestra democracia necesitaba los votos de los de Puigdemont para seguir en el poder. Se ha votado y ha salido. Un acto prevaricador al servicio de sus más crudos intereses personales. No hay fundamento que lo justifique y, según dicen los juristas, su arbitrariedad está prohibida en el art. 9.3 CE (principio de interdicción de la arbitrariedad). Es lógico y de claridad meridiana: lo contrario al derecho es precisamente el uso del aparato del poder para ejercer la pura voluntad personal. Un Estado de derecho, por definición, no es arbitrario, no es «porque yo lo valgo». En Cataluña no hay nada que «pacificar» y quienes van a estropear aún más la convivencia serán ellos. No hay excusa ni motivo.

Lo que hace este presidente-delincuente se parece mucho a cambiar de régimen liquidando la democracia del 78. El Gobierno se arroga el derecho de decir a quienes aplica la Justicia y a quienes no en función de sus propios intereses. Cobrar votos a cambio de conceder un perdón es corrupción en el ejercicio de la función pública. Sánchez ha embarcado a su país en un proceso clavado al procés, uno en el que no importa arrasar con los derechos y libertades de la ciudadanía para mantener el control y, muy seguramente, para seguir pisando una alfombra que no quiere que se levante, pues debajo debe de haber de todo. Incluso begoñeces varias entre otras heces.

Hoy ha sido un día lamentablemente histórico. Y, como dice un amigo mío, «tenemos que guardar el nombre y apellidos de cada uno de los diputados que lo van a hacer posible». No les olvidaremos, pues de ellos es la responsabilidad de «avalar la compraventa corrupta del Estado».

A los catalanes se nos ha humillado y ofendido. Una amnistía previo precio es un soborno, no es «concordia». Esto no va de perdón, sino de ofrecer impunidad a quienes tanto nos hicieron sufrir en el 2017 y en los tumultuosos años que siguieron. Y, para que no quede el menor atisbo de duda, no tienen más que oír a esa golpista pizpireta y racista que es Miriam Nogueras: «Hoy es un día histórico. Hoy no se perdona, hoy se
gana una batalla. Esta ley no es perdón ni clemencia, es victoria». Con
estos «pacifistas» nos ha dejado este gobierno. ¡Qué sarcasmo!