Opinión

Pablo, el tóxico

Todos conocemos algún ‘tóxico’, esas personas que enredan a los demás para contagiar el mal rollo que llevan dentro, bien por su innata amargura, bien para lograr algo.

Los psicólogos los han estudiado especialmente en el ámbito laboral, pero también abundan en la vida pública y son fácilmente detectables por cinco características de su personalidad:

Ya saben de quién les hablo. Sí, de Pablo Iglesias, un tóxico de libro. Y hay que reconocer que, lo de enredar, se le da bien. Tanto es así que PSOE y Mas Madrid ya bailan su música.

Es verdad que es difícil llamar a las barricadas en defensa del impuesto de actos jurídicos documentados, echarse al monte contra la regla del gasto público o asustar con la ley de unidad de mercado. Es difícil provocar una revuelta contra una gestión que ha dado resultados mejores que la media española en cualquier magnitud. La gente cambiaría de canal y pasaría de ti.

Mola mucho más imaginarse combatiendo a los fascistas. Y si no existen se reencarnan. Así, como en la novatada de los gamusinos que nos hacían de niños para buscar a inexistentes animales, Pablo Iglesias ha puesto a la Izquierda a buscar musolinis y requetés. Y ahí tenemos al PSOE y el resto de la izquierda, tan culta y social, incluida su división mediática, unida a la causa, jugando al enfrentamiento social.

El daño que han hecho Iglesias y Sánchez (otro tóxico de libro) se estudiará algún día en las facultades de políticas, salvo en la complu, claro.