Opinión

Los otros cadáveres del 28M: Inés, Revilla… y los que se añadan

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Una tormenta con granizo de gran calibre como la caída el pasado domingo sobre la reseca piel de España conlleva necesariamente cadáveres políticos. Tengo para mí que habrá un montón de ellos que todavía no saben siquiera que su suerte está echada.

Quiero fijarme en dos. La primera una dama de gran tronío, Inés Arrimadas, que necesitaba conocer la desaparición física de Ciudadanos, eso sí, con 300.000 votos nada desdeñables sobre su ataúd, para decir adiós a la vida política desdeñando la oferta que le hiciera el PP de Feijóo.

Siempre fue una mujer coherente y elegante. Nunca la olvidaremos porque fue la heroína de aquella derrota histórica del independentismo catalán que finalmente malgastó en aras de no sé qué ambiciones nunca bien explicadas.

Ciudadanos fue un sueño de color naranja que tuvo su aquel y su pasodoble mal interpretado. Se rompió porque sus líderes creyeron que todo el monte era orégano y que desde su osadía imberbe podían desafiar el statu quo político y de poder de una sociedad teóricamente avanzada, informada y libre. Arrimadas, asumiendo sus errores y los de otros (no sólo de Albert Rivera), ha querido finalmente ser coherente con lo que predicó en el desierto: poner fin a un sanchismo galopante que conduce directamente al averno.

Otro cadáver insepulto es el de ese particular cántabro apellidado Revilla. Ganó alguna elección o ninguna, pero siempre estuvo encaramado al lomo de la vaca santanderina. Un personaje de opereta que desde la camisa azul inconfundible se deshizo en elogios hacia Iglesias y se abrazó con fuerza a los rogelios que, al final, son los que cortaban el besugo en su verde y bello predio del norte.

Ahora, al final de sus días políticos, ha tenido el gesto de ofrecer sus votos a la candidatura ganadora, dice que sin pedir nada a cambio. Con que no le levanten las alfombras supongo que para él es suficiente. La señora Sáenz de Buruaga cometerá un grave error –parecido al que cometió Mariano Rajoy al recibir la herencia zapateril- si acepta el intercambio.

Tengo para mí, asimismo, que en breve otros nombres y apellidos se apilarán en la pira del vae victis, con especial preeminencia, obviamente, entre las formaciones ampliamente derrotadas. Desde el PSOE de Sánchez al Podemos de Iglesias. Tanto el PNV como ERC son dos iglesias donde hay un solo pope que es el que reparte el agua bendita hisopo en mano.