Opinión

Óscar Puente, guapo

Entiendo que sea una decepción para el Ministro abrir el link de este artículo de la fachosfera y encontrarse que aún no vamos a empezar a alabar su aspecto físico, así que antes de proseguir con estas palabras vaya por delante, señoría, nuestras más sinceras disculpas por no haber sido capaces de satisfacer su ego en el primer párrafo.

Quizás por la deformación profesional de haber pasado muchos años de mi vida en el equipo de Almeida, esto de que la izquierda llore por insultos sobre su físico me resulta hasta enternecedor. Es algo así como la versión posmodernista de poder llamar cara-loquesigue al alcalde de Madrid porque la libertad de expresión transgresora es la panacea, mientras al mismo tiempo se activa la alerta antifascista porque un señor de Asturias ha escrito «coletas rata» en una carretera por la que circunstancialmente iba a pasar Pablo Iglesias. El desequilibrio de toda la vida, por supuesto aceptadísimo en la derecha como si lo merecieran por tener un pecado original que vaya usted a saber cuál es y cómo se expía, mientras la izquierda nos mira a los demás desde una atalaya moral autoconferida en la que ellos tienen razón siempre y los demás no dejamos de ser fascistas nunca.

Dios me libre de categorizar el aspecto físico de Óscar Puente, que en la viña del Señor hay gustos para todo y no estamos ninguno como para lanzar la primera piedra sobre nosotros mismos o sobre las plazas en las que habremos toreado. Pero cuando uno hace del fango su medio de vida, lo último que puede esperar es que llamar narcotraficante al líder de la oposición se salde con un «respetuosamente, querría indicar mi disconformidad con tal afirmación, si es que no es molestia».

Durante demasiados años el PP ha sido así: un saco de boxeo que todo el mundo se atrevía a golpear porque era gratis, indoloro, satisfactorio y además sin posibilidad de guantazo de vuelta.

A veces uno se pregunta cómo es posible que el partido que ha robado dinero de los parados para gastarlo en putas y cocaína sea capaz de dar lecciones de moralidad y honradez en el servicio público, pero ahí están: día a día repitiendo el mantra de que el PP es el partido más corrupto de Europa porque Bárcenas robó 30 millones de euros de dinero privado mientras los socialistas con ese dinero no tienen ni para los burdeles de la carretera de La Coruña a su paso por Torrelodones. Los del Tito Berni y el caso Koldo levitando a 20 palmos sobre el suelo porque, como muy bien argumentó Ester Muñoz desde la tribuna del Congreso, hubo un caso de corrupción en Valencia que ocurrió mientras ella hacía la Primera Comunión. Los de las «saunas» del suegro del presidente del Gobierno hablando de ejemplaridad del novio anónimo de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Un delirio constante.

Afortunadamente, parece que alguien en la derecha se ha despertado y se ha atrevido a decir que igual esto de ser el hazmerreír ya empieza a ser un poquito demasiado humillante. Que pegar está muy feo, pero defenderse cuando te pegan no es agresión, es legítima defensa. Que en el mundo ideal de los unicornios saltando alegremente sobre las praderas al ritmo de Mozart sería idóneo que hubiera un clima de respeto y entendimiento mutuo entre todo el espectro ideológico y político español, pero cuando por decir que el pueblo judío tiene derecho a existir te llaman fascista y genocida, pues quizás la racionalidad es evidente que no es el argumento más ecuánime a la hora de responder. Cuando te piden la dimisión por cruzar en rojo mientras la ex presidenta de Baleares sigue siendo la tercera autoridad del Estado con el agua hasta el cuello por el caso de corrupción más grave de la década tal vez, y sólo tal vez, hay que preguntarse si no merecería la pena subir el tono un poco para equilibrar esta balanza tan estructuralmente desequilibrada.

El problema es que en el despertar de la derecha parece ser que alguien ha llamado feo a Óscar Puente, y es muy injusto, porque en realidad su aspecto físico es lo mejor que tiene. No me entiendan mal, que no le estoy llamando Brad Pitt: es que lo demás es su chulería, sus mentiras, sus faltas de respeto, su inconsciencia y su nula capacidad gestora. Así que, por una vez, voy a ser justa. En comparación con todo lo demás, es usted muy guapo, señor ministro. Que nadie le convenza de lo contrario.