Olvidos inexplicables
Josep María Matamala, el empresario que ha formado parte de la guardia pretoriana de Carles Puigdemont en Waterloo, regresa a España. Y lo hace por la puerta grande. Aterriza en el aeropuerto de Gerona y, acto seguido, viajará a Madrid, donde tomará posesión como senador. Hablamos de una persona que formó parte del núcleo duro que ha acompañado al prófugo en su huida desde la Generalitat a Bélgica.
Que cuente con una coartada legal para pisar las calles de España –su causa se archivó por un recurso de los Mossos, y aunque posteriormente ha sido reabierta en enero, la Audiencia Nacional no activó su orden de detención–, que cuente con una coartada así, decimos, lejos de tranquilizarnos, produce el efecto contrario; si la complicidad con un golpista sale tan barata en nuestro país, nuestra Democracia y nuestro Estado de Derecho no descansan sobre pilares tan sólidos como imaginábamos.
¿A qué obedece este olvido a la hora de reactivar la orden de detención? No haber obrado correctamente cuando se reabrió la causa hace que ahora, cuando el señor Matamala asuma su nueva condición de senador electo, la Audiencia Nacional tendrá que pedir un suplicatorio para continuar investigando a este íntimo amigo del prófugo.
Si todo este sinsentido obedece a un lapsus jurídico, este proceso tendría tintes lamentables y absurdos, que no es poco. Pero si es una estrategia urdida desde ciertos poderes para ir dando carta de naturaleza y de presencia pública aquello que –por la gravedad del delito– siempre tendría que perseguirse con rigor y severidad, entonces, de ser así, no hallamos ante algo mucho peor: nos encontramos ante el comienzo del blanqueamiento y del indulto a los independentistas por parte del Gobierno socialista.
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