¡Non preoccuparti, c’è bottino per tutti!
Todavía hay quien alimenta la esperanza de que el sanchismo explosione por la imposibilidad de compatibilizar los intereses de las fuerzas que lo conforman; que la condición tan heterogénea de sus miembros, la animadversión y el enfrentamiento entre algunos de ellos, la opuesta orientación ideológica o la aspiración de acaparar los mismos sillones les conduzca a un marco de insalvable desacuerdo. Lamentablemente, eso no sólo es menos probable de lo que podría parecer, sino que, en realidad, es más un deseo que una posibilidad.
Veremos, por ejemplo, que no habrá una disputa real entre ERC y Junts por la Generalitat. Está claro que el PSC del gran mamporrero Illa, que ha puesto los votos que han sostenido al PSOE, hará president a Aragonés o a quien diga Junqueras. ¡Ese es el botín de ERC! El de Junts es la amnistía total, es decir, el alivio personal de Puigdemont y sus bandas (la de políticos y la de delincuentes que, por otro lado, no se distinguen entre ellas), además de quedar como los grandes luchadores de la nación catalana.
Lo del País Vasco es peor si cabe, entre otras cosas porque es todavía más sibilino y porque ahí se entrega no solamente el honor y el dinero de los españoles vivos, sino también la memoria de muchos españoles muertos.
Al PNV, independientemente del resultado en las elecciones vascas, le seguirán dejando en la lehendakaritza, con el presupuesto aún más abultado y con la boina todavía más enroscada. Mientras tanto, Bildu tiene una buena ristra de letras libradas que Pedro Sánchez le va a ir pagando con exquisita puntualidad: blanqueo institucional, Pamplona, relato…, pero, sobre todo, presos. No sé si también con una alegación de lawfare que arremeta contra el estado español, pero desde luego que con todo tipo de concesiones para liberar y, aún peor, rehabilitar política y socialmente a los presos de ETA. Vamos, lo de la sangre helada del amigo Patxi López, pero alcanzando el cero en grados Kelvin.
Y aquí no hay contratos ni acuerdos explícitos, ni falta que hacen; a Bildu no se atreverán nunca a intentar engañarles. Estos, por la práctica que tienen, son tan buenos extorsionadores que no tienen que firmar acuerdos, exigir cumplimientos o, ni siquiera, alzar la voz.
Todavía más inocuas para el sistema son las exigencias superguays y supercalifrágicas de Sumar o las que vengan de un Podemos despechado. Ninguno de estos va a romper la baraja porque tenga ahora menos triunfos, pero es que, además, saben que Sánchez termina cediendo a sus chantajitos. Quien es capaz de lo más es capaz de lo menos; y si es capaz de ciscarse en la independencia judicial o en la soberanía nacional, cómo no va a serlo de seguir comprando todas sus ocurrencias de ingeniería social o de ecologismo radical.
Y es que el secreto del modelo sanchista, y ya es un tema que ni a ellos les cuesta reconocer (¿verdad, Rufián?), reside en el carácter mafioso de su interrelación. Todos consiguen ganar por el simple hecho de saber que, si pierde uno, pierden todos. Y nadie tiene que preocuparse de lo injusto e inmoral de sus chantajes porque quien los sufre y los sufraga, que es la democracia, el estado de derecho o la igualdad y la riqueza de los españoles, no están representados por nadie.
El sanchismo ha alcanzado un estadio de desarrollo postmoderno en que las maquinarias no tienen desgaste por rozamiento y los traslados por el espectro ético e ideológico son inmediatos y no exigen esfuerzo moral o intelectual ni tienen apenas coste social o electoral. Los principios y las convicciones son mutables y las líneas rojas se desplazan en el modo tan extra-material en que viajaban los ovnis en las películas de ciencia ficción de serie B.
Eso sí, la característica común de todos los socios periféricos del sanchismo es su vocación de luchar contra el actual régimen constitucional, que representa la unidad de España y la libertad y la igualdad de los españoles. Solamente aceptando y compartiendo la deslealtad de esos socios es capaz el PSOE de mantener la coalición. En la mesa de la mafia no hay buenos y malos; para entenderte y hacer sociedad con ellos tienes que ser igual que ellos, o el peor de todos ellos.
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