No ir a votar es votar a Sánchez
En el momento de publicarse este artículo, estará terminándose la campaña electoral de las elecciones regionales en Castilla y León. En las elecciones del domingo trece, volverán a confrontar dos modelos muy distintos: el de Sánchez y su extraña coalición que le sustenta en el poder y el del centro-derecha encabezado por Casado. Al igual que sucedió en Madrid en mayo, ambos modelos son entre los que tienen que elegir los votantes. Entonces, la respuesta de los madrileños fue muy clara: optaron por la libertad, por el modelo liberalconservador, capitaneado en la dirección nacional del principal partido de la oposición por Pablo Casado, con su candidata Isabel Díaz Ayuso al frente del cartel electoral.
Esa victoria del centroderecha se forjó a lomos de una gran movilización del electorado liberalconservador. Eso es esencial en toda convocatoria electoral, porque cada voto cuenta, y si el adversario consigue movilizar masivamente a su electorado, puede llegar a imponerse, aunque la opción mayoritaria en el sentir de la población sea otra, si los votantes de la opción mayoritaria deciden dar las elecciones por ganadas y se quedan en la comodidad de su casa.
Por supuesto que votar o no hacerlo es un derecho que tiene el elector, de forma que si alguien desea abstenerse porque no le convence ninguna opción y tampoco quiere votar en blanco, no hay nada que objetar. Ahora bien, el problema se presenta en quienes sí que quieren votar pero que, ante una previsión de victoria en las encuestas, deciden que su voto ya no es necesario, por considerar el triunfo como algo hecho, y no dedican un tiempo de su domingo a ir al colegio electoral.
Estos últimos electores, que, por supuesto, tienen también su derecho a obrar así, sin embargo no lo estarían haciendo de forma racional, porque se estarían basando en encuestas que son manifestación de un sentimiento, pero que si no se materializa con el voto efectivo se quedan desdibujadas. Es decir, con su actitud estarían yendo contra sus propios intereses, que son los de que gane en las elecciones la formación que prefieren.
Ese riesgo deben evitarlo los electores de centro-derecha en las elecciones de este domingo en Castilla y León. Es cierto que las encuestas que se han publicado apuntan a una victoria del centroderecha, pero si eso desmoviliza a muchos de sus electores por dar la victoria por hecha, con ello estarán impulsando hacia arriba las opciones del PSOE, es decir, del modelo de Sánchez.
Adicionalmente, ante la probabilidad elevada de que uno de los partidos que recibe votos del centro-derecha, Ciudadanos, pueda quedar extraparlamentario, lo eficiente es que quienes fuesen a votar a dicho partido votasen a otro partido liberal-conservador, en aras de conseguir maximizar la obtención de escaños. Es más, la mayor maximización de los mismos se obtendrá votando al partido líder del bloque de centro-derecha, que es el Partido Popular, porque en los restos el partido mayoritario puede arrancar varios escaños de los últimos de cada circunscripción, y el partido que está en condiciones de conseguir eso es el PP.
Es esencial, por tanto, que los electores de centroderecha en Castilla y León no se confíen, que piensen que la victoria de su opción sólo es posible si cada uno de ellos va a votar, que se movilicen y que opten por el voto útil para que la suma del centro-derecha sea posible y holgada. Si no lo hacen y se quedan en casa, es como si estuviesen votando a Sánchez y su modelo, que ya sabemos por dónde está llevando la economía: gasto desmedido, déficit, deuda, presión sobre los precios -que hará que el BCE tenga que subir tipos, con lo que los ciudadanos verán cómo se encarecerá su hipoteca, derivado de esa medida por la presión inflacionista que alimenta el Gobierno-, asfixia al campo y última posición en la recuperación económica. Si España quiere remontar, no puede apostar por Sánchez ni por ninguno de sus candidatos, y quedarse en casa y no ir a votar es como apoyar a Sánchez. Los votantes de centro-derecha no deben perder eso de vista, o cuando se arrepientan puede ser demasiado tarde, y ni Castilla y León, ni ninguna región, ni el conjunto de España, puede permitirse eso.
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