Opinión

Mujeres: cómo nos roban la identidad

Todas las mujeres deseamos sentirnos libres, sin embargo cuando tratamos de poner los medios, nos topamos de frente con los cánones que la sociedad ha impuesto para nosotras.

Así que pasamos nuestras vidas anhelando emanciparnos en todos los sentidos, pero cuando ello sucede, terminamos por darnos cuenta de que si no asumimos un rol que sea compatible con los estándares impuestos, vamos a pagar un precio muy alto que muchas no estamos dispuestas a aceptar.

Así que nos refugiamos (¿camuflamos?) en una identidad tipo esposa, madre, o ejecutiva exitosa, para responder a lo que de nosotras se espera. No obstante, ¿podemos afirmar que eso define nuestra verdadera identidad? No lo creo; por el contrario, creo que roba parte de nuestra esencia.

La identidad de cada persona es un constructo con millones de capas de información que no se puede definir es una sola palabra. La identidad no es estática, evoluciona y la construimos a lo largo de la vida. Nuestro desarrollo biológico e identitario está ligado -entre otros- a padres, familiares, amigos, vecinos, profesores, etc. Cada uno de ellos impregnaron parte de su impronta en nosotras.

Por ello, nuestra identidad es una gran colcha de retazos, de la que, con mucha suerte y una gran personalidad, logramos sacar a flote los trazos más característicos y puros de la personalidad, aquello que me hace ser yo y solo yo. Pero cuidado, no existe una sola forma de ser «yo», ya que, igual que un prisma, nuestra personalidad está compuesta de muchas caras que forman una misma figura. De allí radica nuestra complejidad humana.

Sin embargo, hoy estamos frente a un fenómeno muy preocupante, que viene a añadirse a ese robo de identidad, y que son las redes sociales. Un mundo en el cual se proclaman falsos discursos de diversidad e inclusión, pero que en el verdadero trasfondo, siguen perpetuando la híper sexualización de la mujer.

Las redes sociales han homogeneizado la noción de la belleza, y pareciera que sólo existiera un concepto de mujer exitosa: delgada, por lo general rubia, deportista y con un estilo de vida «sano» basado en smoothies de brócoli y té de matcha.

Cada día, millones de mujeres inconformes con sus cuerpos, se enfrentan al impacto publicitario «camuflado» de las influencers, que imponen un estilo de vida, y que nosotras mismas apoyamos con los millones de likes que damos a sus fotos.

Es imposible pasar más de una hora en Instagram sin encontrar tutoriales de cómo vestirse bien (por alguien que no estilista), de cómo maquillarse (por alguien que no es maquilladora), de cómo posar para verse mejor (por alguien que no es fotógrafo) y de qué ejercicios hacer para tener unos mejores glúteos (por alguien que no es entrenador profesional).

Y muchas mujeres creen en los «sabios» consejos de alguien que se ha inventado una vida para vender en redes, o sea una identidad falsa; y lo peor es que ponen en práctica muchos de estos consejos, pensando que de esa forma serán tan felices o exitosas como la María Pombo de turno, sin darse cuenta de como esa situación nos aleja de nuestra verdadera identidad. Ni siquiera George Orwell en 1984 soñó con un instrumento tan unificador del pensamiento como lo que han logrado las redes sociales.

Por eso, para este 8 marzo me gustaría celebrar que muchas mujeres lograsen la liberación de esos estándares que nos roban y alejan de lo que realmente somos.

Os propongo un reto, mujeres: id en búsqueda de vuestra propia identidad, de descubrir quiénes somos en realidad, qué nos hace ser únicas. Y recuerda: la autenticidad no se encuentra en un tutorial; es un trabajo de introspección por el cual las personas te reconocerán. Ése sí sería un verdadero paso hacia nuestra emancipación.