Con meses de retraso, el miedo a las urnas lleva a Sánchez a reformar la ley provioladores
Han pasado tres meses de la entrada en vigor de la ley del ‘sólo sí es sí’ y, mientras más de trescientos agresores sexuales se han beneficiado ya del bodrio de la norma, nadie hasta ahora en el Gobierno ha movido un dedo para tratar de arreglar el desaguisado -por cierto, la eventual reforma de la ley no evitará que 3.700 agresores sexuales vean rebajadas sus condenas, sino que afectaría, en todo caso, a los futuros delincuentes-. Ahora, parece que el PSOE moverá ficha, aunque a través de una fórmula (proposición de ley) que le permitirá otra vez desoir a los jueces. En Andalucía, 43 delincuentes se han beneficiado en un sólo día de la rebaja de penas; otros dos en Álava han salido de la cárcel. La lista es interminable.
Y ahora, socialistas y podemitas se enfrascan en una batalla partidista que es un desprecio a las víctimas. Pedro Sánchez, que avaló reiteradamente la norma, quiere ahora desmarcarse y anuncia cambios en la misma, pero Podemos reclama su autonomía. O sea, pura estrategia partidaria con un asunto que está generando una creciente alarma social. ¿Cómo es posible que lleven tres meses mirando al tendido y ahora a Sánchez le entren las prisas? Es muy sencillo: porque las encuestas están haciendo mella en el PSOE. Parece obvio que la opinión pública también responsabiliza a Pedro Sánchez del desaguisado. Hasta ahora, la estrategia del jefe del Ejecutivo era la de dejar que Podemos se cociera en su propia salsa, pero el plan le ha salido rematadamente mal al PSOE. En cualquier caso, la ley del ‘sólo sí es es sí’ se ha convertido en una losa sobre las aspiraciones de remontada socialista. Nunca pensó Sánchez que tendría efectos tan demoledores paras su partido. Por eso anuncia ahora su reforma. No porque les preocupen las mujeres, sino porque las consecuencias de la ley, en términos de opinión pública, les han pillado con el pie cambiado. Por eso, tarde y mal, a Sánchez le ha entrado miedo. No por lo que le pueda pasar a las víctimas de los agresores sexuales puestos en libertad, sino por un miedo atroz a las urnas.
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