Opinión

…Mentiras y cintas de vídeo

El empleo y la pandemia (el paro y la enfermedad, por decirlo de forma más correcta) son las mayores preocupaciones de los españoles.  Pues bien, la acción del Gobierno ante ambas cuestiones ha vuelto a poner de manifiesto que estamos gobernados por una cuadrilla de incompetentes y mentirosos que carecen del más mínimo escrúpulo aún a riesgo de poner en peligro la vida y el futuro de los españoles.

Que Pedro Sánchez es un mentiroso patológico (“que denota enfermedad o que la implica”, según la RAE) es algo que sabe todo español mínimamente informado. Por eso nadie le cree cuando anuncia cualquier tipo de medida y dice apoyarse en grupos de expertos. Eso es lo que ha ocurrido con su última decisión combatir la pandemia imponiendo la obligatoriedad de la mascarilla en espacios abiertos. El primer Aló Presidente anunciando “nuevas medidas” lo realizó desde Barcelona, para justificar así el uso del Falcon para asistir al Congreso del PSC en el que invistieron como jefe supremo a Illa, el ministro de los 100.000 muertos; el segundo Aló tuvo como escenario el Senado, precediendo una  estrambótica reunión con los Presidentes Autonómicos, y el tercero en una reunión del Consejo de Ministros en el que se aprobó el Decreto.

El mentiroso patológico ha utilizando todos sus medios de propaganda (medios públicos y concertados, prescriptores de opinión asalariados, centenares de ‘asesores’ que inundan las redes con nombres supuestos…) para anunciar que su medida estrella (póngase la mascarilla para pasear por su pueblo aunque no haya nadie en lontananza y quítesela cuando entre a un restaurante abarrotado, que con eso combatiremos y erradicaremos el virus) estaba apoyada en informes de expertos Pero tras la comparecencia de Darias, la ministra sustituta de el de los 100.000 muertos, hemos descubierto que en realidad no hay tales expertos y que tomaron la decisión en base a una encuesta del Instituto Carlos III. Una encuesta, no una consulta a expertos, sobre lo que mil ciudadanos pensaban sobre el uso de la mascarilla.

Ya sabemos que la patología de la mentira no es la única que adorna al inquilino de la Moncloa.  En psicología existe un concepto llamado ‘la triada oscura’ -la psicopatía, el narcisismo y el maquiavelismo- rasgos de la personalidad que definen  a la perfección el comportamiento de Sánchez, ese Presidente que es en si mismo un impostor. Por eso sus mentiras aportan una carga adicional que convierten al tipo en un elemento extremadamente peligro para la seguridad nacional. Él sabe que las consecuencias de sus mentiras acarrearán graves perjuicios a la población; pero como no siente ningún tipo de empatía ni remordimiento (psicopatía), sigue adelante. Él adopta una estrategia basada en la mentira porque su único fin es beneficiar a sus propios intereses (maquiavelismo), para lo que no duda en descargar la responsabilidad sobre las espaldas de otras instituciones o de los propios ciudadanos. Y como se cree merecedor de un estatus superior y fantasea con un poder ilimitado (narcisismo), siempre encuentra en la mentira un instrumento muy útil para eludir todo tipo de responsabilidad.

Así que para dar respuesta a una de las mayores preocupaciones de los españoles, en plena ola de crecimiento de infectados por la  variante Ómicron, la única decisión de Sánchez ha sido no decidir nada mientras los medios de propaganda del Gobierno retransmitían -en video y en directo-  sus mentiras convertidas en “una medida estrella” avalada por “expertos”.

El segundo regalo de Navidad que nos ha hecho el Gobierno de papá Sánchez nos ha llegado envuelto en papel de mamá comunista. Y entre celofanes y lazos –prensa pública, concertada, prescriptores comprados, asesores pagados y travestidos en las redes…- hemos recibido la buena nueva, la “noticia” de que se alcanzaba un “acuerdo histórico” sobre la reforma del mercado laboral.

Para desentrañar esta segunda mentira ni siquiera hace falta leerse detenidamente el texto del acuerdo alcanzado entre el Gobierno, la patronal (con importantes rechazos entre las organizaciones que la componen, nada menos que la patronal madrileña, la catalana y la del sector del automóvil, a las que se acaban de sumar el PNV) y  los sindicatos. El que la ministra comunista llama “histórico acuerdo” modifica parcialmente una Ley de Reforma de las Relaciones Laborales que se aprobó durante la mayoría absoluta de Rajoy  y  que llegaba precedida por un acuerdo entre los  sindicatos y la patronal, contenido que la entonces Ministra Fátima Báñez incorporó y desarrolló en el texto legal. O sea, por más que los incompetentes miembros de este Gobierno crean que la historia de España empieza cuando ellos se hicieron con el poder, es mentira que haya nada de histórico en este menguado acuerdo.

Y por eso de que las mentiras tienen las patas muy cortas, la propia vice comunista ha explicado en entrevista amigable en prensa concertada –de ahí que se relajara- que “la reforma laboral se deroga políticamente, porque técnicamente no se puede”. O sea, que no deroga la reforma laboral  por lo que también es mentira que con este “acuerdo” se cumpla lo pactado entre Sánchez e Iglesias para formalizar la coalición de Gobierno. Por mucho que la vicepresidenta comunista haya venido repitiendo desde aquella puesta en escena de hace apenas dos meses en el Congreso de Comisiones Obreras: “Vamos a derogar la reforma laboral a pesar de todas las resistencias, que son muchas” , lo cierto es que este pacto entre las partes se limita a modificar algunos aspectos de la ley en vigor, adaptándola a la situación actual, precisamente a la luz de la buena experiencia de alguno de los instrumentos que en su momento si que fueron una innovación, como es el caso de los ERTES. No hay más que recordar a la Vicepresidenta comunista intentando entender/explicar lo que es un ERTE la primera vez que su departamento aplicó ese instrumento de la ley de Rajoy/Báñez .

No hay derogación de la Ley en vigor, aunque esa haya sido la palabra fetiche del PSOE, de los podemitas, de los comunistas y de todas las excrecencias de la izquierda, más los bildu-etarras o golpistas que apoyan al gobierno presidido por el gran impostor. Y no hay derogación no porque “técnicamente no se puede” (una ley sustituye a otra cuando aborda cuestiones ya reguladas, eso es derogar, el BOE está repleto de Disposiciones Finales que dicen “esta ley deroga…”-,  sino porque no hay acuerdo (ni votos) para implantar en España el modelo comunista, modelo que Sánchez les prometió para que le hicieran presidente. No hay derogación porque las pretensiones de comunistas y sanchistas no pasaría el filtro de Bruselas. Y si Bruselas no lo aprueba, no llegará a España ni un Euro de los que Sánchez espera recibir para seguir con las regalías y la propaganda.

Como señalaba el genial Puebla en una de sus últimas viñetas, la derogación emocional que el  yolanchismo ha hecho sobre la reforma laboral es calcada a la proclamación de la república catalana que protagonizó Puigdemont: “Yo también derogué políticamente la pertenencia al Estado español, porque técnicamente no se puede”. Todo se pega menos la hermosura…, dicen.

Pero nuestra desgracia es que  mientras ellos siguen enredados- y pretendiendo enredarnos- con sus mentiras, millones de españoles han de elegir entre comer decentemente tres veces al día, sustituir las playeras que el niño ha dejado pequeñas… o encender la calefacción. Y es que la mentira estrella de Sánchez (“al final de año el recibo de la luz será igual que en el año 2018”) se ha vuelto a revelar en toda su crudeza mientras el psicópata, inmutable ante  el sufrimiento que causa, se ha atrevido a ratificar su mentira en el Senado: “descontando la inflación”, ha dicho el tipo… Y se ha quedado tan ancho. Y los sindicatos, que salen a la calle en contra de que los niños puedan estudiar en su lengua materna, ni pío…

Estos tipos –los que gobiernan, los que les acompañan, los que callan, los que cobran por extender sus mentiras o por tapar su indecencia- no tienen ni vergüenza ni piedad. Esta gente da mucho miedo.