Y más infamias
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha sentenciado que Oriol Junqueras gozó de inmunidad desde el mismo momento en el que la Junta Electoral dio a conocer los resultados de las elecciones europeas del pasado mes de mayo. También el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha decidido la inhabilitación del presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, por su decisión de no retirar los lazos amarillos. El propio Torra ya anunciado un recurso que paraliza, de momento, cualquier cambio al frente del gobierno catalán. Ambas sentencias, se conocen en plena negociación del socialismo con el independentismo para lograr la investidura de Pedro Sánchez. Hasta aquí, los hechos.
Era más que previsible que el pronunciamiento del Tribunal Europeo, de producirse en los términos conocidos, sirviese a los partidos independentistas para reivindicar sus falacias, pero mucho más grave es que este sirviendo a una parte de la clase política para buscar, con la excusa del “conflicto político”, un empate técnico que desvirtúe lo sentenciado por el Supremo en defensa del orden constitucional. “Es el momento de la política”, decía Jaume Asens (En Comú Podem); o, en la misma línea, Pablo Iglesias ha afirmado que la judicialización del “conflicto político en Cataluña” ha deteriorado la imagen de nuestra Justicia. En este punto, conviene recordar al líder de Podemos que fue su visita a la cárcel para negociar los presupuestos generales del Estado con un preso preventivo imputado por un delito de rebelión lo que deterioró la imagen de nuestro Poder Judicial. También la imagen de un presidente del Gobierno en funciones negociando su investidura con un partido cuyos líderes están ya condenados en firme por un delito de sedición está haciendo un daño irreversible a la credibilidad de nuestro Estado de Derecho en el ámbito internacional.
Una de las peores consecuencias en la que podría derivar la decisión del Tribunal Europeo sobre la inmunidad de Oriol Junqueras es que el Partido Socialista y sus potenciales socios de gobierno, junto a una parte del progresismo judicial dispuesto a “mancharse la toga con el polvo del camino”, aprovechen la situación para realizar una enmienda a la totalidad (moral y efectiva) a la Justicia española. El fallo europeo se produce en base a una argucia del independentismo que nada tiene que ver con el fondo de los graves acontecimientos que se vivieron en España en el año 2017 y que han sido sentenciados por el Alto Tribunal español. De hecho, la inmunidad de desplazamiento no hubiese paralizado el procedimiento, no hubiese variado nada, Junqueras estaría en la cárcel. Por mucho que se escriba y se diga estos días, conviene no perder esto de vista. Pese al deseo de algunos, nadie va a anular ningún juicio.
En el ámbito de las negociaciones para la formación de gobierno, la consecuencia inmediata ha sido la petición expresa de la Esquerra Republicana para que el gobierno se pronuncie y más concretamente saber qué va a decir la Abogacía del Estado sobre el futuro de Junqueras. El Supremo ha dado cinco días a las partes, así pues en ese plazo podría destaparse parte del pastel. ¿Aceptará Sánchez seguir retorciendo nuestro marco constitucional para seguir en La Moncloa? Lo veremos. Como en las novelas de Agatha Christie, al final sabremos con certeza quién es el asesino y por qué lo hizo. Más tarde o más temprano todo saldrá a la luz.
Mención merece el papel de la Unión Europea. Al margen del error cometido por el Supremo al plantear innecesariamente la cuestión prejudicial, el máximo estamento de nuestro Poder Judicial ha actuado conforme a derecho y ofreciendo todas las garantías procesales y, pese a todo, se ha visto enmendado por los magistrados europeos. Si España tuviese un gobierno libre de ataduras con el independentismo, reaccionaría con contundencia ante las instituciones europeas por lo que, de facto, supone un vaciamiento de nuestra soberanía nacional. Por eso, hace bien el Partido Popular tratar de buscar la complicidad de los populares europeos. Esperemos que la imagen de Puigdemont gritando “¡Perpiñán!” haya llegado con nitidez al Elíseo para que algunos le empiecen a ver las orejas al lobo de los Países Catalanes.
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