Marbella de ayer a hoy
La servidumbre de publicar un libro es promocionarlo con presentaciones en ferias del sector o acudir a firmar a los lectores («A ver qué me pone en este libro que ya tengo cinco dedicados y todos con lo mismo»). Hace dos semanas acudí a Marbella para cumplir con este trámite en la Feria del Libro de la capital de la Costa del Sol. Hacía años que no había vuelto donde solía veranear trabajando en la década de los sesenta y setenta, alojándome en el edificio Meditarráneo.
La Marbella que he encontrado nada que ver con la de aquella época, cuna del lujo y el glamour, en la que reinaban mi amigo, el desaparecido príncipe Alfonso de Hohenlohe y su bellísima esposa Ira de Fürstenberg, en su lujoso hotel Marbella Club, en el que se alojaron los duques de Windsor, Rock Hudson, George Hamilton y Elizabeth Taylor, Sofía Loren, Rainiero y su esposa Gracia, Ava Gardner, Mel Ferrer y Audrey Hepburn, de cuya violencia física del famoso actor contra la deliciosa actriz fui testigo en la playa privada de mi amigo Alfonso, con la consiguiente querella por su publicación.
Por la mítica Marbella de aquella época pasaron figuras tan famosas como el conde Rudy, mano de derecha de Alfonso en el Marbella Club, Gunilla von Bismarck, Jaime de Mora y Aragón, la ex emperatriz Soraya, el conde Perlac (el alma mater del hotel Don Pepe), José Banús (y su puerto), Khashoggi y sus cumpleaños, Lita Trujillo, Espartaco Santoni, Tita Cervera y su barón Thyssen, y muchos de ellos con villas, como Pitita Ridruejo, la duquesa de Alba, Sean Connery y Deborah Kerr, entre otros…
Cada uno, independientemente y por motivos diferentes, fueron los padres de eso que se ha dado en llamar la jet set internacional en La Milla de Oro, ese tramo que tampoco se sabe con exactitud dónde empieza y dónde termina.
La llegada de Jesús Gil y, después, de Julián Muñoz puso fin a aquella era irrepetible de Marbella que hoy se va pareciendo más a un Benidorm. Salvo ese exclusivo reducto de El Ancla del gran empresario Eduardo McKintosh, hombre exquisito e interesante, que recuerda a muchos de aquella época.
Un grandísimo empresario
Pero Marbella no ha olvidado a quien puso la primera piedra, ya que la larga avenida principal de la ciudad que la vertebra lleva su nombre: Ricardo Soriano, «un galán guapo, rubio, alto de ojos azules y con una gran cantidad de amantes», según la historiadora y novelista Ana María Mata. Noble aristócrata español y personaje polifacético, conocido por ser el II marqués de Ivanrey y empresario creador de las minimotos que llevaban su nombre como respuesta al creciente auge que, por aquellos años, experimentaba el mundo de las dos ruedas. Su empresa fabricó varios modelos de pequeñas motos conocidas como Lince, Pantera y Tigre, y la primera motocicleta escúter, anticipándose a la Vespa y a la Lambretta. A mediados de 1931, batió por primera vez el récord mundial de velocidad sobre el agua. El Comité Olímpico Internacional le considera como el inventor del bobsleigh, deporte olímpico de invierno en descenso en trineo de acero. Un modelo Soriano puede contemplarse en el Deutsches Museum de Munich, considerado uno de los más importantes museos de ciencia y tecnología del mundo.
Berlanga y la erótica colección
Para entrevistarle, acudí a su mansión en el Puente Romano, no sólo por su gran trayectoria como inventor y empresario sino, también, porque me había llegado la noticia de su insólita colección. Tan sorprendente e insólita que hasta el inolvidable Berlanga se inspiró en ella para su película La escopeta nacional, en la que el actor y también aristócrata Luis Escobar, marqués de las Marismas de Guadalquivir, encarnaba al marqués de Leguineche con la misma pasión que Soriano.
Cuando llegué a su mansión marbellí, lo primero que hizo fue mostrarme la gran vitrina de su despacho en la que conservaba, en pequeños frascos de cristal con sus nombres respectivos –algunos de damas conocidas y las fechas–, los pelitos de los coños atados con un pequeño lacito que amorosamente había esquilado a cada mujer con la que se había acostado. Y «todos de color natural», me explicó el ilustre sátiro mientras me contaba la historia de cada monte de Venus.
Ricardo Soriano sólo se había casado una vez, en 1907, con la norteamericana Mary Anne Italia Mitchell, de la que se separaría en 1920. Luego tuvo multitud de amantes presentes en esa insólita vitrina. Moriría en la mayor soledad.
Chsss…
Las desgracias personales marcaron su vida. A los pocos días de ganar unas elecciones, su mujer y su hija pequeña fallecieron en accidente de tráfico.
La hija del más famoso cantante y de la más sofisticada socialité, ya divorciados desde hace décadas, cobra 28.000 euros por entrega en el programa de baja audiencia, presentado junto a su hermano, quien sólo recibe 13.000 euros.
Éstas son las cifras de los Juegos de París: 10.000 atletas, 20.000 periodistas, 206 países representados por sus comités olímpicos, 350.000 horas de emisiones televisivas, 600.000 platos de comida se servirán en la Villa Olímpica, se disputarán 329 pruebas de 32 deportes diferentes.
Gracias a mi entrañable amigo Miguel me entero que la infanta compartió mesa y mantel en un restaurante de Comillas con el actor Antonio Resines y su esposa, relajada y feliz.
¡Con las dos manos en los bolsillos del pantalón, mientras despachaba con el Jefe del Estado! ¡Qué falta de respeto la del «puto amo»!
Una insólita imagen representativa de nuestro tiempo: llegaba medio muerto en un cayuco a una playa turística de Canarias pero, eso sí, con el móvil en la mano.
Muy acertada la viñeta de Peris en El País, sí, El País aunque ustedes no se lo crean: «La Tía no quiere declarar. Pues que declare su marido. Es el sentir general o que dimita».
Iñaki Ellakuria compara a Begoña con Urdangarin. Como tal, debe acabar en la cárcel.
Un general español que dirige la misión de la Unión Europea en Malí ha sido condecorado con la Gran Cruz del Mérito Militar. Todavía no conozco los méritos de la primogénita para recibir la misma condecoración.
Cuando la oigo hablando de mi mujer me produce el mismo extraño sentimiento que cuando oigo al famoso presentador hablando de «mi marido».
Lo nunca visto ni en la peor época franquista: se suprimieron dos paradas de los autobuses de la EMT, próximas a los Juzgados de la Plaza de Castilla, cuando ella acudió a declarar. Me gustaría saber quién es el gilipollas responsable de esta medida.
«Me gusta», reconoció el campeonísimo de tenis al futbolista de la selección que despreció al «puto amo» en el saludo en Moncloa.
La moda de los tatuajes ha llegado incluso a los Santos Lugares en Jerusalén. Monjas, curas y peregrinos acuden al establecimiento de Wassim Razzouk, el último tatuador de una saga. «Aquí no tatúo a mujeres desnudas sino a peregrinos para sellar una marca de su peregrinaje».
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