Mafia, corrupción y mentiras

¿A quién puede extrañar que la prensa internacional acreditada en Madrid asista perpleja ante un espectáculo tan antieuropeo y bochornoso protagonizada en las mismas entrañas del Gobierno?

La mujer del presidente imputada; José Luis Ábalos, la antigua mano derecha, hasta el cuello; ministros señalados, jefes de gabinete (nada menos que el de la vicepresidenta y ministra de Justicia llamados por denuncia grave); hermano a la fuga, pruebas claves que desaparecen, ministro del Interior en actitudes sospechosas, Víctor de Aldama temiendo por su vida… Así todos los días y a todas horas…

Jueces que no dan abasto a firmar autos, resoluciones y sentencias por corrupción política mientras se amontonan los legajos… Sospechas de clientelismo al rescoldo de una exigua y desigual mayoría en el Congreso de los Diputados…

Esto ya pasa de corrupción oscura, mientras la nación pierde oportunidades de avanzar, se empobrece su clase media y millones de españoles tienen serios problemas de subsistencia. Un Gobierno al que la gobernanza normal de un país que quiere llegar a fin de mes en paz y libertad le importa una higa y dedica la mayor parte de su tiempo a salvar su culo ante la Justicia, mientras deja hecho unos zorros lo que de verdad interesa al pueblo que paga sus impuestos para que el Gobierno los derroches en francachelas.

Éste es el escenario real y la verdad es siempre la verdad.

La brunete mediática gubernamental y su equipo de opinión sincronizada, engrasada y controlada hasta extremos desconocidos en una democracia decente, realiza el trabajo que se dicta desde Moncloa; grita en coro con sus jefes políticos el exánime grito de «fango», «fascismo», «bulos» cuando los hechos están más claros que el agua cristalina y resulta difícil después de siete años de poder engañar a nadie, salvo a aquellos que desean creerse mentiras como pianos.

Un Gobierno que lleva dos años sin Presupuestos Generales, que es derrotado una y otra vez en el Parlamento y paga por cuenta del contribuyente todas las facturas que le pone sobre la mesa un huido de la Justicia. La última, que ningún mena vaya a territorio catalán, pese a las bravatas al respecto de ese inexportable personaje apellidado Rufián.

Ustedes dirán si todo lo que a diario ocurre en este viejo y cuarteado país no es suficiente para que haya una pacífica y democrática movilización general que pongan en jaque a un poder impropio de convivir en una sociedad justa, abierta, democrática y europea.

¡La farsa debe acabar!