Opinión

Lo peor de Sánchez está por conocerse

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Llevamos muchos meses, aun años, asombrados ante la capacidad de ruptura de Pedro Sánchez en aras a preservar el poder que alcanzó gracias a una moción de censura por mor de una corrupción del PP.

Algunos teníamos alguna información fehaciente acerca de la ausencia de cualquier tipo de compromiso ético en el personaje, tras algunos años de conocerle en los platós de televisión o en encuentros privados. Jamás pudimos soñar, verdad amigo Rafa Martínez Simancas (allá donde te encuentres), que el espigado muchacho pudiera devenir en un gobernante anticonstitucional, mentiroso y fullero. ¡Jamás! Nunca pensamos que se tratara de un individuo tan esencialmente antidemocrático, abusador del poder y, sobre todo, mentiroso, mentiroso, muy mentiroso.

Practica justamente lo que él acusa a los demás de hacer; pacta con ultraderechistas (si le dan los votos), habla de corrupción y no cuenta que todo a su alrededor es detritus amarillo maloliente. Habla de los pobres cuando él vive como un sátrapa bokassiano; habla de transparencia y ha convertido hasta los viajes del Falcon en un secreto de Estado. Él, que llegó al poder mediante falsificaciones comprobadas en las primaras y no puso su cargo a disposición cuando se descubrió que había plagiado una tesis doctoral.

Aún así, llevo tiempo escribiendo que las auténticas trapisondadas e ilegalidades de Sánchez sólo se podrán sustanciar en toda su extensión cuando abandone el poder y no pueda ya intimidar a los que conocen todos sus secretos. Y tengo para mí que a los tribunales no les quedará más remedio que actuar y a la opinión pública despreciarle aún más de lo que le desprecia.

Esto es así y no es de otra manera.

En breve conoceremos, eso sí, si el PSOE bajo su secretaría general se financió o se financia ilegalmente. Sería la guinda final a un pastel insufrible e intolerable.