Lo de la Guardia Civil, 30 años después de Roldán
Lo de Luis Roldán, aquel golfo socialista aragonés que puso a la Guardia Civil en la cota del desprestigio total, ha dejado paso -aunque los corolarios de ambas situaciones son distintos- al episodio de la directora general, que ha puesto pies en polvorosa ante la corrupción marital… Siempre hay que seguir la pista del dinero.
Doña María Gámez siempre estuvo bajo la sombra de la sospecha. Su fuga inducida desde La Moncloa, rápida como el viento, deja paso al silencio que, en ningún caso, tiene que ser judicial. La dimisión (sic) sucedió al día siguiente que tanto Sánchez como su edecán, Patxi López, presumieran vehementemente de más de 100 años de honradez cuando la historia de su partido es una retahíla de casos indecentes.
La señora Gámez, al menos, se ha ido a su casa, porque el anterior roldanesco se marcó un periplo mundial mientras sus antiguos subordinados le buscaban debajo de las piedras. Ahora, han colocado al frente del ejército de 80.000 hombres y mujeres armados a una indocumentada militante socialista; su paso por la política madrileña está marcado por incapacidades técnicas adobadas con un sectarismo brutal.
Todos los Gobiernos y cualquier presidente deberían conocer que la Guardia Civil es algo muy serio, cuyo mando no puede ser puesto en manos inexpertas y mucho menos sectarias. Mucho de lo que está ocurriendo últimamente en España me parece haberlo visto con anterioridad. Lo más chocante son las explicaciones gubernamentales. Ahora resulta que hay que aplaudir que una responsable política dimita al ser trincada en un caso de corrupción clamorosa en la persona con la que duerme. ¡Vivir para ver!
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
Djokovic destripa a Sinner por su positivo en dopaje: «Le perseguirá siempre…»
-
Carlos Alcaraz: «He encontrado el equilibrio entre rendir dentro de la pista y disfrutar fuera»
-
Real Mallorca y Fibwi Palma se divierten en Son Moix
-
El Barcelona inicia una guerra incomprensible para la Federación con Lamine Yamal: «Los tiempos y las formas son erróneas»
-
La cobardía moral de Teresa Ribera