Opinión

Jordi Pujol, ‘Juan Palomo’ y Leo Messi

El separatismo catalán es una fuente inagotable de comportamientos ridículos y de ocurrencias que dan más risa que pena. Si no fuera por su vocación totalitaria, y su deseo de privar de derechos civiles a los millones de catalanes que no comulgan con su ideología, nadie se los podría tomar en serio. Pero como hemos visto sus paseos nocturnos con antorchas que recuerdan lo peor de la violencia política del siglo XX, su ansión de destrucción desatada en el centro de Barcelona y su querencia por ‘señalar’ y procurar la muerte civil a los discrepantes con su régimen de fanatismo, no podemos simplemente solazarnos con sus payasadas.

La última es de traca: el patriarca del separatismo, el que creó las bases para la rebelión separatista, Jordi Pujol, preside una entidad ‘patriótica’, la asociación Serviol, que casualmente tiene su sede social en su domicilio, que ha abierto una web para felicitar (se) al ex ‘president’ su 90º cumpleaños. Un ‘Juan Palomo’ en toda regla. Pero como el independentismo no tiene sentido del ridículo, hay docenas de nacionalistas que agradecen al patriarca convergente su gran labor en la ‘construcción nacional’ de Cataluña. De los casi novecientos mil euros que no pagó al fisco, y que prescribieron, poco se dice en este portal.

Esta tendencia al autobombo, y al ‘Juan Palomo’, tiene su máxima expresión anual en la concesión de galardones que se reparten unos separatistas a otros, en un ejercicio de masturbación política que roza lo obsceno. Las listas de ‘premios nacionales’ de los diferentes ramos de la administración catalana y sus tentáculos en la ‘sociedad civil’ subvencionada es un puro ejercicio de ‘autoamor’ independentista. Pero la máxima expresión de cómo el secesionismo ha perdido el sentido del ridículo se comprueba en la concesión de la (teórica) máxima ‘distinción’ de la Generalitat: la “Creu de Sant Jordi”. Los que la reciben son el mejor catálogo de los catalanes que son considerados ‘patriotas’ por el nacionalismo más asilvestrado. De vez en cuando cuelan algún discrepante, por aquello del que dirán, o a alguien que no les moleste y que les haga quedar bien, como Leo Messi.

El caso de Messi es fascinante. Lleva más de veinte años en Barcelona y no habla ni una palabra de catalán. Cuando el ‘procés’ estaba en el momento más álgido, se filtró a la prensa su desazón por una posible expulsión del Barça de la Liga española. Su hermana Marisol huyó de Cataluña harta de la inmersión lingüística en la escuela. Aun así, pocas voces autorizadas dentro del separatismo han osado criticar con ferocidad la falta de compromiso con ‘la nació’ del astro argentino. Es lo que tiene ser la máxima estrella del principal fetiche del secesionismo ‘estelat’, el Barça, al que Manuel Vázquez Montalbán definió como el “ejército desarmado de Cataluña”, y que en realidad es el principal escaparate independentista para todo el planeta, gracias a la permisividad de la junta directiva culé, la UEFA y la Federación Española, que han permitido que el Camp Nou sea un continuo spot publicitario en el que se insulta a España comparándola con una dictadura.

El separatismo es cobarde. Sólo se crece, y pisotea, a los que considera más débiles y ya ha vencido, o a los que pueden servir como ejemplo para que los discrepantes agachen la cabeza. El independentismo no se atreve a morder en serio cuando alguien le para los pies, o considera que se puede meter en un jardín. De ahí que Leo Messi sea intocable, pero que Joan Manuel Serrat o Isabel Coixet hayan sufrido varios linchamientos sociales. Atacar al delantero culé significaría un escándalo mundial, y una división dentro de sus propias filas, que en su mayoría consideran al Barça como una de las herramientas pro-secesión más eficaces. En cambio, cargar contra este cantante o la cineasta sirve para que muchos piensen en Cataluña que “si se atreven con estos, a mí me pueden mascarar”, y que así se callen y no se opongan a su totalitarismo. Serán malos. Serán ridículos. Pero no son tontos.