La inflación sube, no baja
El IPC de marzo confirma que la inflación sigue subiendo, por mucho que la tasa interanual modere su crecimiento interanual al 3,3%, pero, eso, se ralentiza, pero no baja, de manera que el período inflacionista no cesa. La tensión en los precios sigue siendo muy importante, no se ha relajado y encierra elementos muy preocupantes, aunque el Gobierno se empeñe en ir contra la realidad.
La subida constante de precios desde noviembre de 2020 puede que haya tenido algún respiro en su intensidad, pero la tendencia sigue siendo alcista, con un incremento de precios desde entonces del 14,1%. Si lo que comparamos con esa fecha, noviembre de 2020, es la subyacente, el incremento ha sido del 10,6%.
Así, en marzo, el IPC general se sitúa en el 3,3% interanual, que se incrementa sobre un dato del mismo mes del año pasado que ya había sufrido un incremento importante. La subyacente, por su parte, ni siquiera modera su crecimiento, porque se mantiene prácticamente invariable, en un 7,5% interanual, de manera que la inflación más preocupante, la más estructural, que es la subyacente, sigue creciendo con mucha fuerza, tras cruzarse hace ya algún mes con el índice general, que muestra cómo el alza de precios se ha enroscado de manera muy importante en toda la cadena de valor, hasta llegar a alcanzar los datos más altos de la subyacente en toda la serie. Además, en términos mensuales, crecen los precios, un 0,4% el IPC general y un 0,7% la subyacente. Por su parte, los alimentos siguen liderando la subida importante de los precios un mes más, con un 16,5% interanual en la cesta del IPC, con subida fuerte del precio de los alimentos en términos mensuales, un 1,1%, y del vestido y calzado, un 3,2%. Es decir, la inflación sube, no baja.
De este modo, continúa el empobrecimiento de la economía -los precios han subido un 14,5% desde que gobierna Sánchez-, que intensifica mes tras mes, con las empresas que no soportan ya más aumento de costes y con las familias asfixiadas por el incremento de la cesta de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias variables, que seguirán subiendo, porque ante la fuerte resistencia de la inflación la política monetaria no va a suavizarse. Cuánto mejor habría ido si los bancos centrales no hubiesen tardado tanto en reaccionar, generando con su amplio retardo interno lo que está siendo un larguísimo retardo externo de su política monetaria. Y cuánto mejor nos iría si los gobiernos dejasen de presionar al alza los precios, alimentando los cuellos de botella de manera artificial, que es lo que hacen con su política fiscal tremendamente expansiva por el lado del gasto público, que dificulta y retrasa la aplicación de la política monetaria.
En ese día a día en el supermercado, se puede comprobar cómo los productos básicos han subido mucho más desde el verano, con incrementos en el precio de la leche de hasta el 61%; un 14,3% en las naranjas; un 44% en los tomates; un 36% en los huevos; un 11% en el pan; un 20% en la carne; hasta un 40% en el pescado; o un 84% en el aceite de oliva, por poner unos ejemplos, que merman la capacidad de compra de los ciudadanos.
Por eso, los consumidores profundizan tanto en la sustitución de los productos de marca por los de marca blanca y en la reducción del número de productos que compran, que muestra que el consumo se está debilitando en términos reales o constantes y sólo el alza de precios mitiga la caída en la facturación de las compras realizadas, pero debido exclusivamente a ese efecto inflacionista. Una compra media de sesenta-setenta euros en julio de 2022, llega ahora fácilmente a los cien euros; por tanto, si esa subida no se puede afrontar, las familias reducen el número de artículos para adaptarlo al importe que pueden pagar.
Esto deja, una vez más, completamente fuera de la realidad la afirmación mantenida por la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, y por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando dicen que los precios de los alimentos han comenzado a bajar, cosa que no es cierta. El Gobierno, con este tipo de afirmaciones demuestra tanto que está alejado de la realidad que cotidianamente viven los españoles como que los trata como personas poco informadas que pueden creerse cualquier falsedad que se diga de manera muy rotunda. Sin embargo, esto son matemáticas y el período en el que se puede engañar a las personas se reduce, ya que enseguida llegan las cuentas y la carestía aparece.
Con un crecimiento muy plano, casi inexistente, y una inflación muy elevada, especialmente la subyacente, que en el día a día se plasma en unos incrementos exponenciales de los precios de los alimentos, calzado y vestido, la situación económica no es nada halagüeña, porque el descenso del consumo hará caer a la producción y si esto se consolida puede comenzar a destruirse empleo de manera importante y agravar la ya difícil situación económica. El Gobierno, en lugar de vivir alejado de la realidad, debe poner de su parte y reducir el gasto, eliminando todo el innecesario, para permitir una más rápida transmisión de la política monetaria del BCE y lograr, así, atajar cuanto antes el crecimiento de los precios.
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