Opinión

Los independentistas se han escondido el lacito en los calçotets

Yo no sé si estamos en una película donde al final ganan los buenos, pero todo tiene mala pinta. Y escribo este artículo en pleno disgusto: nuestro ministro del interior, antaño celebrado por su iniciativa en la lucha contra ETA, nos ha hecho un quiebro que supera cualquiera de los anteriores. Le tenemos chapoteando en un fango que huele mucho a prevaricación.

Ya son 10 años de escalada en el sinvivir. Cuando pensábamos que habíamos tocado fondo, aún había otro subsuelo más. El Gobierno de Rajoy permitió que se le subieran progresivamente a las barbas los nuevos (se fueron incorporando adeptos a medida que parecían tener éxito) independentistas catalanes. Pasamos por una encerrona llena de ignominia al Gobierno y al Rey después de los atentados en Barcelona y Cambrils. Luego, nuestros ojitos y oídos hicieron chiribitas cuando el golpe de estado del 6 y 7 de septiembre. Por sus narices llevaron a cabo el maldito referéndum fake que tanto les obsesionaba y nos apuntillaron, aunque fuera por unos minutos, con su Declaración de Independencia. Tuvieron que pasar muchas, demasiadas cosas para que en el PP tuvieran cuajo suficiente para aplicar el 155.

Y llegó Sánchez. Con él, si quedaban líneas rojas, se cruzaron todas.  Arguyendo que le impulsaba la defensa de nuestra moral colectiva ante la corrupción del PP, y que era por nuestro bien, nos metió en el embolado más grande de nuestra historia con un gobierno Frankenstein que en vez del rostro de Boris Karloff tiene el de un ex chófer de autobús venezolano.

¿Triunfarán los buenos? No hay ningún motivo para pensarlo. Pero un pequeño momento tipo “¿ves?” siempre se puede tener, e insufla un poco de ánimo en esta lucha tan desigual que llevamos desde hace años. Todo lo que les he recordado sobre los abusos y fechorías de los independentistas iba unido, como no, a insultos y ofensas a “los españoles”. A ustedes. Y viene un virus al que le ha dado igual uno de Albacete o uno de Castellar de n´Hug. Qué sucia mezcla. Por suerte también lo ha sufrido la “Dinamarca del Norte”, que sí no…

La cuestión es que nos hemos arruinado también en Cataluña. Y este turismo que teníamos totalmente inercial pero cada vez más mosqueado puede poner sus dineros en otros destinos…hispánicos. ¿Y ahora què fem? Borrar apresuradamente las huellas de todo escarnio. No por injusto (ya están poniendo cócteles Molotov por ahí y quemando cosas) sino por ver si les enredamos. La Generalitat ha eliminado todo símbolo independentista en su campaña para intentar atraer al turismo español. Bellas iglesias y antiguos monumentos que en la realidad están manchados de amarillo con la autorización del párroco o del alcalde, aparentan neutralidad (¡incluso amistad!) gracias al Photoshop.

Después de años diciéndoles que eran lo peor, ahora que «Cataluña es mejor con vosotros”. ¿Se lo van a creer o pensarán que mejor se gastan los cuartos en Extremadura? En reciente reunión de presidentes autonómicos, Quim Torra mostró su rostro real de rechazo a España insistiendo en que: «Cataluña debe ejercer su derecho a la autodeterminación». Y trasladó a Pedro Sánchez sus 40 medidas económicas para paliar la crisis del coronavirus, la más importante de todas el pago de esa inventada deuda histórica de 9.000 millones de euros y 4.000 millones más en los que cifra los gastos extra ocasionados por la pandemia. Pandemia de cuya nefasta gestión se ha sacudido la responsabilidad con la cantinela de las “competencias” arrebatas. Competencias que tampoco tuvo Ayuso y le dieron para once aviones de material y la construcción del hospital de Ifema, por cierto.

Yo no les voy a recomendar que no vengan. No sería justo. Ustedes saben que la mitad de la población no comparte esas ideas de secesión.  Pero sí que se enteren de si los hoteles, pensiones o localidades a visitar se posicionaron a favor del golpe de estado. Que es justo lo que pregona cualquiera de esos lazos amarillos que ahora ocultan en salva sea la parte.