Opinión

La «independencia» de Torra y Junqueras es barbarie

Los autodenominados Comités de Defensa de la República, los CDR, han amenazado “a Pedro Sánchez, al Gobierno de la Moncloa, a Quim Torra, al Gobierno de la Generalitat, a los partidos independentistas y a la UE” con un lema que es bastante erróneo, el “independencia o barbarie”. Y es erróneo porque la secesión que defienden estos totalitarios ya es suficiente barbarie. De hecho, es a lo que se han dedicado estos radicales desde hace años, a sembrar odio y violencia.

La “independencia” que defienden los autodenominados CDR, Oriol Junqueras o Quim Torra es la que utiliza a TV3 como una herramienta de propaganda y de divulgación de rencor; es la que usa a los Mossos d’Esquadra como policía política para espiar a la oposición y para ayudar a los más radicales a que puedan cortar carreteras impunemente; es la que aprovecha las escuelas públicas para adoctrinar a los niños con una historia inventada, y difundiendo que Cataluña es un “país” que no tiene nada que ver con España.

También es la “independencia” que permite que al periodista Tomás Guasch le pinten la casa con mensajes ofensivos; que al dramaturgo Albert Boadella le talen árboles o le tiren bengalas a su jardín; que al presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, entren en el garaje de su domicilio y le vandalicen el coche; que al propietario de un restaurante en Blanes le hagan escraches y le intenten hundir el negocio por negarse a que pongan lazos amarillos en su local; que a la sede de Ciudadanos en L’Hospitalet la hayan atacado más de una docena de veces.

La “República” que los separatistas coactivos de Tsunami Democràtic anhelan es la que aplaude que una profesora agreda a una niña en Terrassa por dibujar una bandera de España, y que al final ha provocado que esta alumna haya cambiado de colegio; es la que riega con dinero público a asociaciones que se dedican a ‘señalar’ los comercios que atienden o tienen los rótulos en castellano, para que los multen o para que los vecinos no vayan a comprar allí por ser “poco afectos” a la causa secesionista; es la que llena los hospitales y los colegios de símbolos separatistas, sin importarles los sentimientos de los catalanes que se sienten españoles.

¿Independencia o barbarie? Es lo mismo. Basta con ver las imágenes del centro de Barcelona ardiendo, o las barricadas con fuego en autovías y carreteras. O la delegación de la Agencia Tributaria en Lérida en llamas. O el aeropuerto de Barcelona asaltado por una turba. O el bloqueo de la AP-7 en La Junquera. Detengámonos en esta última acción vandálica, y comencemos reconociendo que España tiene unos cuerpos de seguridad tan valiosos y tan eficaces como la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Pero una de las imágenes de la semana ha sido ver a los antidisturbios franceses actuar, con la contundencia justa, sin excesos, pero sin compadreos, para desalojar a los secesionistas coactivos de Tsunami Democràtic de su parte de la frontera. Un país que no defiende rápidamente su territorio no se respeta a sí mismo. Y España permitió durante demasiadas horas ese desmadre en un punto clave de su geografía.

Los políticos franceses, con todos sus defectos, defienden sin complejos su sistema democrático con las herramientas que la ley pone a su alcance. En España tenemos a parte de los Mossos d’Esquadra que, por culpa de sus mandos, la gran mayoría independentistas, y porque hay miles de agentes que son más activistas que policías – recordemos las imágenes del 1 de octubre de 2017-, a veces parecen más miembros de los CDR que miembros de las fuerzas de seguridad. Y en nuestro país también tenemos a una clase política acomplejada que no permite que la Guardia Civil y la Policía Nacional hagan su trabajo. No soy francófono, pero en el bloqueo de la AP-7 el país vecino nos ha dado una lección de cómo se han de hacer las cosas.