Opinión

Iglesias, aventajado discípulo de ‘La Pasionaria’

El vicepresidente segundo del Gobierno de España, Pablo Iglesias, se siente honrado «de representar a un grupo político dentro del cual hay un partido con casi cien años de historia, el Partido Comunista de España». No es fácil resumir los 100 años de historia del PCE, pero es sencillo concluir que su legado en la historia de España, centrado en la etapa que ostentó espacios de poder, se caracterizó  por su ataque sistemático a la libertad y la aniquilación física y política de todo aquel que no comulgara con su guión totalitario.

La prueba más evidente de que lo que representó el PCE está en las antípodas de lo que significa la democracia es que fue la democracia quien acabó con el PCE. Dicho de otro modo: a medida que el proceso democrático se fue afianzando en España, el PCE fue perdiendo protagonismo. Fueron las urnas quienes certificaron su defunción política. Que Pablo Iglesias se sienta honrado de representar al PCE es lógico, si tenemos en cuenta que su patrón ideológico rezuma totalitarismo por los cuatro costados y su idea de la democracia no se fundamenta en el principio de separación de poderes que caracteriza a los Estados de Derecho, sino en el sometimiento, desde el poder ejecutivo, al resto de poderes. En suma, lo que en democracia entendemos como dictadura.

Su ataque a la diputada de Vox María Ruiz, a la que llamó «miserable» y acusó de representar la «inmundicia», permite comprender los parámetros morales que guían el comportamiento político de alguien que ya había  dejado claro mucho antes de entrar en el Gobierno que su objetivo es triturar el régimen de libertades que encarna la Constitución del 78 y ocupar las instituciones del Estado para instaurar un nuevo modelo de «democracia» a la medida de los intereses políticos de un partido, Podemos, que es la expresión más fidedigna del totalitarismo del siglo XXI.  El contenido de la intervención de Iglesias recordaba a los discursos de «La Pasionaria», quien  «profetizó»  en el Parlamento, en mayo de 1936, que José Calvo-Sotelo pronunciaría ese día su último discurso en las Cortes. Testigo de las premonitorias palabras de Dolores Ibarruri fue Josep Tarradellas

Lo grave, en todo caso, no es calentón ruin del dirigente podemita, sino que desde la vicepresidencia del Gobierno de España toda su estrategia, con la connivencia de Pedro Sánchez, se orienta en cercenar de raíz el régimen de derechos y libertades que encarna la democracia que pretende demoler.